jueves, 1 de abril de 2010

Treemonisha








La obra, compuesta por Scott Joplin en 1911, cuenta cómo un pueblo negro decide que alguien debe dirigirlo y elige para ello a una mujer, la única alfabetizada. La puesta, con concepción escenográfica, decorado y vestuario de Roland Roure y dirección escénica y coreografía de Blanca Li, explota la ingenuidad, abreva en La Flauta mágica mozartiana y en los dibujos infantiles (y en el Aduanero Rousseau). La dirección musical es de Kazem Abdullah y la iluminación –extraordinaria– de Jacques Rouveyrollis (recordado en Buenos Aires por su trabajo junto a Roberto Plate en Juana de Arco en la Hoguera, de Honneger; incidentalmente, ambos participan en la notable adaptación hecha por Alfredo Arias de Los Pájaros de Aristófanes, que está en los últimos ensayos y sube a escena la semana próxima en La Comédie). En la función del estreno, el martes 31 de marzo, el Châtelet, absolutamente lleno, los ovacionó junto al excelente elenco, donde se destacó la soprano Adina Aaron, en el papel protagónico, y los ya legendarios Grace Bumbry y Willard White (impresionante) como sus padres. Todo terminó con un inusual bis: la repetición del ragtime final con los bailarines improvisando, el elenco entero (incluyendo a White) bailando, la orquesta tocando ad libitum (el director estaba sobre el escenario y también bailaba), y el público (tan frío, dicen algunos) palmeando. A todo le cabe una sola palabra, tan francesa: fiesta.

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