domingo, 2 de mayo de 2010

Partituras y críticos


Retomo un tema a partir de un comentario de Martín Liut: la partitura como fuente de análisis. Y corrijo algo de lo dicho antes por mí. Toda elección, incluso aquella en la que algo se descarta, implica el conocimiento previo. Sólo puede dejarse de lado lo que se conoce. Si no, no se trata de elección sino de limitación. La partitura es, en efecto, una fuente invalorable y su utilización o no, es decir su pertinencia en cada caso, debe ser (debería, sería deseable que fuera) decidida. Hay un singular prejuicio, en el caso de la música, que asimila el saber con la lectoescritura. En el sentido común, cuando se dice "no sé nada de música" no se está hablando de una particular experticia en la escucha sino de no saber leerla ni escribirla o no haber estudiado la teoría europea clásica. Obviamente hay un cúmulo de saberes musicales (algunos culturales, muchos inconscientes) que son ni más ni menos que los que permiten a cada cual disfrutar de la escucha de la música. Pero quien escribe sobre música debe tener (debería, sería deseable que tuviera) acceso a la partitura. Pienso, por ejemplo, en la Kreisleriana de Schumann tocada por Horowitz, a raíz del bello y agudo comentario publicado por Pablo Gianera en su blog. En el final de la obra, Schumann escribe un decrescendo constante, hasta terminar en pianísimo. Y Horowitz hace exactamente lo contrario: crece hasta culminar en fortísimo. Todo ese movimiento tiene un ritmo obsesivo y esa obsesión toma un cariz totalmente diferente en la versión de Horowitz (un cariz que incluye, podría pensarse, aquello que, dos siglos después, se sabe sobre Schumann, incluyendo su reclusión final en un manicomio). No es el tema, en este caso, discutir acerca de si una decisión como la de Horowitz (decisión que se toma no por azar sino con el conocimiento preciso de la partitura, qué duda cabe) es o no una atribución que el intérprete puede (o debe) tomarse frente a una obra. Lo que me interesa en este caso es señalar que cualquier oyente atento podrá percibir la diferencia entre la interpretación de Horowitz y las otras (me parece ejemplar la de Kissin, en un disco RCA que incluye además la Chaconne de Bach-Busoni y el Rondo Op. 51 No. 2 y el Rondo a capriccio Op. 129 de Beethoven). Pero el crítico debe poder (debería, sería deseable que pudiera) explicar por qué. Y para eso necesita su conocimiento de la partitura.

6 comentarios:

  1. Lo que tanto vos como Martín dicen está muy bien si la música es de tradición escrita. Pero, ¿cuál es la partitura de "Voodoo Chile", de Jimi Hendrix? ¿Y la de los solos de Charlie Parker? ¿Es necesaria la partitura para las músicas folklóricas en general? ¿En qué se basan los juicios en estos casos? Recuerdo que, salvo Juan Carlos Paz, la mayoría de los que sabían leer partituras, en su momento, juzgaron muy mal a los Beatles.

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  2. Jorge. En efecto, tal como ya había escrito, no creo que lapartirura sea siempre y para todo un instrumento eficaz. Que lo sea, de todas maneras, tampoco garantiza su utilización correcta. Y, eventualmente, la práctica del análisis musical de música escrita entrena cierto tipo de audición que puede ser útil aun cuando se trate de músicas no escritas. De todas maneras reitero que para que la utilización o no de la partitura sea una decisión ambas cosas deben ser posibles. Si sólo una lo es, no hay decisión.Y, obviamente, me refiero únicamente al trabajo profesional. Lejos de mí cualquier afirmación que pueda entenderse como una negación del derecho a la escucha.

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  3. Está muy claro lo que decís, Diego. Y de todos modos, ya antes de tu respuesta lo habías dicho con otras palabras. De ninguna manera voy a afirmar que saber menos es mejor que saber más. El asunto es que, a veces, creo, ciertos saberes –sobre todo aquellos basados en los criterios de complejidad de escritura– no aseguran una mejor comprensión del fenómeno que es el sujeto de nuestro análisis. Seguramente habrá toda una terminología técnica para describir lo que hacía Billie Holliday adelantándose y atrasándose respecto de la orquesta. Si como crítico alguien supiera describir técnicamente eso, ¿pensás que ayudaría al lector lego?

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  4. Con cierto grado de redundancia, diría que ciertos conocimientos teóricos (y no sólo la posibilidad de recurrir a la partitura) pueden no ser imprescindibles para ciertas apreciaciones. Pero, ¿cómo podría llegar a esa conclusión el que no sabe exactamente que ventajas le ofrecen esos conocimientos? Repito algo ya dicho. Para aquello para lo que el oído basta, el oído basta. Y, respondiendo a tu pregunta creo que cuando las cosas son menos obvias que el jugar con las acentuaciones de Billie Holiday un determinado conocimiento teórico (que en ese caso nada tendría que ver con el que es menester para aproximarse a la comprensión de la forma en los movimientos sinfónicos de Mahler, lo que no significa que no fuera teórico) podría ayudar a detectarlo y a ponerlo de relieve para un eventual escucha. En un programa en Film & Arts sonde explican un cuadro durante media hora, las observaciones de quienes tienen un entrenamiento -y un saber teórico detrás- en la mirada, me resultan muy reveladoras. Hablas de cosas que están a la vista. Pero que yo hubiera tardado años en ver sin la ayuda de quienes ya las habían visto.

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  5. Estimados, aunque fue quedando claro, confirmo que yo me refería a las partituras en las músicas de tradición escrita. Cuando se trata de músicas que no tienen origen escrito, las partituras son transcripciones, herramientas de traducción, que deben usarse con todas las prevenciones de cada caso.
    Lo primero que suele ocurrir en estos casos es que tomamos conciencia de que lo que llamamos "escritura musical" es una codificación de un tipo de práctica que está lejísimos de poder dar cuanta de la enorme diversidad de músicas que hay en este planeta.
    Respecto de los "saberes" puestos en juego en la recepción de las obras de arte, me parece que éstos siempre están en juego. Uno puede apreciar una misma obra de modo diverso, influido por la modificación de esos saberes, tanto como, también, el paradigma estético en el que uno se encuentre. Cuando tenía 17 años, escuché en un mismo concierto el "Pierrot Lunaire" de Schoenberg y "La historia del soldado" de Stravinsky. Era en ese momento alumno de un alumno de Kropfl. Como buen adolescente, y gracias a ser un entusiasta de cuarta mano de la escuela de viena, fui más papista que el papa y la obra de Stravinsky me pareció "reaccionaria".

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  6. Che, aclará lo de Kröpfl; si lo apurás elige a Stravinsky antes que a Schönberg. Claro que tratándose del Pierrot...

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