sábado, 17 de diciembre de 2011

Obra abierta






Reunión de fin de año en el club. Es decir en Minton's, bajando la escalera de la Galería Apolo, en Corrientes entre Uruguay y Talcahuano, con exquisitos vinos y, afuera, intermitentes tempestades. Conversaciones al pasar mientras suena William Parker en el contrabajo y, probablemente, Hamid Drake en la batería. Río, de Keith Jarrett. Un respetado pianista asegura no haber podido terminar de escucharlo. Mal disco de un gran músico, se concluye (y si no fuera así, jamás lo reconoceríamos; al fin y al cabo es el disco que Jarrett grabó en Brasil después de haber tocado sin gracia ni inspiración en el Colón). Se menciona el Concierto en París. Reconozco que es bueno pero no me gusta, digo yo. Me aburre. Los preferidos: Facing You (el respetado pianista y yo), Survivors Suite (yo), Melody at Night with You, el disco que grabó a solas, en su casa, después del brote psicótico que la hagiografía llamó "fatiga crónica"(y que todo hace pensar que está lejos de habersele pasado del todo). Pequeña e interesante discusión acerca de ese disco: ¿Sería el mismo si no fuera de Jarrett? ¿Sonaría igual si se desconocieran las circunstancias de su grabación? Es decir, si no se supiera que es el disco de alguien que vuelve y se lo escuchara como el de alguien que está yendo, ¿tendría el mismo valor? Ese disco tal vez ponga en escena como pocos una de las características que el siglo XX incorporó al arte: el diálogo con otras obras, y con otras series de significado, como principio constructivo. Las obras de arte, desde ya, siempre habían establecido diálogos con sus antecesoras y sus contemporáneas, con las del mismo artista y con las de otros, además de con una red múltiple de sistemas culturales. Pero, a partir del siglo XX, esa red puede (no siempre lo hace pero siempre es posible) convertirse en lo único que diferencia la obra de lo que no lo es. Lo que hace que una tela en blanco colgada en una galería sea una obra de arte es ni más ni menos que el hecho de que esté colgada en la galería. Eventualmente, lo que se sepa de ese pintor, su obra anterior, y lo que rodea a esa tela en blanco es lo que le confiere un valor distinto del que tenía cuando estaba en una casa de insumos para pintores. La tela es, supuestamente la misma. Su entidad como obra ha cambiado. Melody at Night with You, creo,  es un disco cuyo significado –cuya belleza– aparece en la medida en que su simpleza extrema pueda ser vista –oída– como una renuncia y no como una carencia. Es una obra que se informa, necesariamente, con lo que está fuera de ella. Pero, ¿eso está, realmente, fuera de ella?

2 comentarios:

  1. Creo que Diego está poniendo el dedo en una llaga que, aparentemente, nunca se va a cerrar. La inteligencia de su punto de vista podría también incluir las circunstancias personales de quien escucha. Por ejemplo, música que el conocimiento de otras músicas ha vuelto poco interesante, pero que cargamos con las circunstancias particulares que a todos nos tocan en suerte: haber bailado tal o cual tema con la chica que nos gustaba en la adolescencia; haber visto la reacción de nuestros hijos ante tales o cuales canciones y, por lo tanto, identificarlas con algún recuerdo feliz; haber asistido a tal o cual concierto que disfrutamos o no y que, de ahí en más, nos tiñó toda escucha futura de esa misma música, etc.

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  2. Es una linda coincidencia que este comentario coincida con mi lectura del libro "Introducción a Derrida" de Roberto Ferro, que reflexiona sobre esto mismo, que todo texto se lee a través de otros textos. "The melody..." es como el Mikrokosmos de Jarret, como sus Invenciones. No sé si realmente está eso que está fuera, pero supongo que depende de la historia del oyente. Saludos.

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