sábado, 24 de marzo de 2012

Una ayudita para un pobre caballero de la Reina










En una entrada anterior me había referido a la soberbia integral de las cantatas de Johann Sebastian Bach grabada en vivo, en distintas iglesias europeas –y en una de Nueva York–, registrada por el Coro Monteverdi, con solistas como Magdalena Kozena o Paul Agnew, entre otros, y con la dirección de Sir John Eliot Gardiner. Multipremiada (Gramophone, Midem, Diapason D'Or), tuvo un comienzo accidentado. El proyecto implicaba la grabación de esas obras, a lo largo de todos los domingos de 2000 –el año en que se conmemoraban los 250 años de la muerte del compositor– programadas de acuerdo con el calendario eclesiástico. Es decir que en el primer domingo después de la Trinidad, por ejemplo, Gardiner interpretaba y grababa las Cantatas BWV 75, 39 y 20. La idea recibió el nombre de Peregrinaje Bach y sería la manera en que la Deutsche Grammophon, a través de su subsello Archiv, con el que Gardiner tenía contrato, se haría eco de tan magno y redondo aniversario. Pero las diferencias aparecieron cuando el director se negó a que las composiciones que ya habían sido grabadas y editadas con anterioridad se incluyeran en esos registros. Eso, según él, alteraba por completo el concepto de la edición y, en consecuencia, abrió su propio sello, Soli Deo Gloria, y allí comenzó de nuevo, con unos bellos álbumes de dos Cds y algunos pocos discos sueltos, ilustrados en sus tapas por retratos realizados en distintas partes del mundo por el notable fotógrafo Steve McCurry. La serie, más allá de que no incluyó las cantatas que ya habían llegado a ser publicadas por Archiv, comenzó con el número 1 y llegó, en 2012, a su fin. O eso parecía. La revista inglesa Gramophon acaba de publicar un extraño llamado a la solidaridad, con el título: "Ayude a completar el premiado proyecto de las cantatas de Bach, del Coro Monteverdi". Según el artículo, faltan precisamente las obras de la discordia: las Cantatas de la Ascensión que deberían haberse grabado en la Catedral de Salisbury en 2000 pero Archiv publicó incluyendo grabaciones anteriores al "Peregrinaje". Para realizar el concierto y grabarlo necesitan 50.000 libras esterlinas. Y las piden al público. Por 20 libras el donante consigue un ejemplar del disco, una vez terminado, y aparece como parte del equipo de producción; por 50, su nombre aparecerá también en las páginas web del coro y del sello y en el programa de mano del concierto. Si se quiere un ejemplar firmado por Gardiner el precio es 150 y por 1500 será acreditado como "Benefactor del Monteverdi". En tren de colaboraciones recuerdo, y es apenas una asociación libre, cuando Sergio Renán, entonces director del Teatro Colón, pidió ayuda monetaria a Amalita Lacroze de Fortabat (todavía no fallecida, es claro) y ella contestó: "Ya colaboro con el Met". Sin discutir la originalidad del caso, e incluso alentando a alguno de los poderosos lectores de este blog a que ayuden al pobre Gardiner (pueden hacer sus donaciones aquí; el único problema será lograr que su ejemplar del disco llegue a la Argentina), apenas hago una reflexión. Si uno de los nombres más festejados por el mercado (por lo menos en una época en que existía el mercado) y uno de los proyectos más reconocidos y previamente canonizados que puedan imaginarse (Gardiner + Bach + 2000, nada menos), necesita recurrir a estos métodos, qué queda para los sacrificados rellenadores de formularios de estas Pampas.

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