domingo, 28 de octubre de 2012

Los desconsolados







Kashuo Ishiguro plantea, en The unconsoled –tal vez más "los desconsolados" que "los inconsolables" de la traducción castellana de Anagrama– algo que él define como "comedia surrealista". Se trata más bien de una pesadilla (sólo a Ishiguro se le puede ocurrir llamarla comedia) en la que, entre otras cosas, nadie se comunica con nadie. He visto algunos programas en televisión, y, por razones laborales, he seguido el devenir anunciado de la Tetralogía compacta en el Colón, la partida de Katharina Wagner como su directora de escena y el reemplazo por Valentina Carrasco. Como en la novela de Ishiguro, se superponen monólogos pero no existe el menor asomo de diálogo ni discusión. Todos (incluso quienes escuchan) tienen un libreto fijado de antemano, del que absolutamente nada podrá moverlos, en tanto nada que provenga de otra parte que sus propias cabezas será siquiera escuchado con atención. ¿Cómo puede ser que alguien diga en un reportaje una cosa, y unos días después, ante el mismo entrevistador, la contraria, sin que tiemble su pulso y, para peor, sin que el periodista le recuerde que antes había dicho, con la mayor de las firmezas, algo totalmente distinto, y le pregunte, entonces, el por qué? Aquellos a quienes seducen las explicaciones conspirativas aseguran que se trata de la protección con que La Nación y Clarín ungen al jefe de gobierno porteño y las acciones de sus funcionarios. Si bien es cierto que allí donde podría presumirse un escándalo que jamás llega a suceder y ante mamarrachos y descalabros que, de producirse en el marco de otras gestiones de gobierno, seguramente tendrían énfasis muy distintos, tiendo a pensar que la propia estupidez de quienes entrevistan y transmiten las noticias tiene un peso considerable.

1 comentario:

  1. Al final, tarde o temprano, acabaremos recordando que Bauman es un sólido sociólogo que incluso peleó en el frente de batalla (para el bando polaco-URSS) y no un filósofo charlatán con boina bohemia de escribir haikus. Todo eso de la modernidad líquida, cambiante, movediza, inconstante, todo eso de la levedad y la liviandad, todo eso de “por un momento”, nos va terminar golpeando en la cara. Habrá que reconocer que el diagnóstico era bueno, pero que ya era demasiado tarde.

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