lunes, 16 de septiembre de 2013

Escribir sobre música








Leí, hace poco, por razones profesionales (revisión de la traducción) El baño del fascista, una colección de pequeños ensayos sobre el punk (o, más bien, sobre objetos punk) de Grail Marcus, que publicó Paidós con título tan incorrecto como absurdo: El baño del fascismo. Leo, habitualmente, lo que Marcelo Pisarro escribe en su blog, Nerds All Stars. Es un cronista notable. Y uno de los pocos en los que la inteligencia y el humor se imponen sin dificultad a los lugares comunes del biempensantismo y, también, del tan previsible malpensantismo. Pero, además, es –como Marcus pero mucho más sólido y menos impresionista– uno de los mejores escritores sobre música –y en particular sobre canciones; pequeños universos, esas cosas– que existen. Pienso, casi permanentemente –inevitablemente, podría decir– en de qué se trata esto de escribir acerca de música. O de tratar de hacerlo bien. O de tratar de hacer con ello algo que sirva. En cuál es el lugar reservado allí para el saber académico. En qué se puede decir que tenga que ver con la música, que la ilumine de alguna manera, que no la banalice y, sobre todo, que no intente duplicarla (como aquel mapa de Borges). Y es que la música está allí y uno espera que lo que se dice no la reemplace –no podría– ni releve a alguien de ir hacia ella sino que, por el contrario, instale un deseo –una tensión– por ella. No tengo recetas, aunque lo intento cuando me llaman para dar algún seminario o conferencia sobre el tema. Como siempre –y como muchos– tengo más claro lo que debe evitarse que lo que debe hacerse. Pero sé que hay algo insustituible. Hay gente a la que, cuando escucha música, se le ocurren cosas. Son cosas que tienen que ver con una enciclopedia, desde ya. No se trata de "guau", "ohhh", "te vuela la cabeza" o cosas así, pero tampoco se agota en ese mundo de referencias y datos que constituye lo que en general se identifica con el saber sobre música. Recurre a ese saber, pero no se queda allí ni sostiene la creencia de que ese es el saber y de que allí está contenido lo que puede decirse sobre la música. Ese saber es un instrumento, un trampolín, apenas un vocabulario. Y lo importante –lo que se diga con ese instrumental– empieza después. Y además deberá ser dicho con gracia y estilo. Con ritmo. Con decisión y hasta con algo de desafío. Si necesitan un ejemplo, pueden leer aquí. Y, como decía Homero Alsina Thevenet, en las primeras líneas se juega casi todo: "Las canciones que se convertían en éxitos radiales no podían superar la primera respuesta que habían provocado en el oyente. Toda reacción subjetiva quedaba ahogada por un número de cuantificaciones objetivas: número de copias vendidas, número de semanas en los charts, número de versiones que ese éxito autorizaba. El acontecimiento mismo de la canción se convertía en el acontecimiento de los intercambios económicos que la canción propiciaba. Así fue la historia de la música pop en el siglo XX...", dice PIsarro.

1 comentario:

  1. Sí, muy pocos escriben sobre música comoo Pisarro. Es un placer leerlo.

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