miércoles, 7 de julio de 2010

El mal amado


"La frase 'Schönberg es grande' reaparece en todas las declaraciones sobre la música culta del siglo XX, pero se la pronuncia en todos los tonos, incluidos los de la duda o la negación radical", escribe Esteban Buch en la introducción de su último libro, el brillante El caso Schönberg, recién editado por Fondo de Cultura Económica. Se trata de un estudio de asombrosa meticulosidad y rigor acerca de la recepción de Schönberg entre 1902 y 1913 y, como reza el subtítulo, del "nacimiento de la vanguardia musical".

6 comentarios:

  1. Ayer invitamos a Esteban a presentar su libro en la UNQ. Al final de su gran exposición, uno de mis alumnos (doy Historia de la música), le preguntó si le gustaba la música de Schoenberg. La respuesta de Buch es lo que me interesa traer a colación aquí. Cito de memoria, dijo algo así como que con lo que él no acordaba era con la idea de tener que tomar partido íntegro por un autor. De este modo, por una serie de razones que explicó, hay obras que le gusta escuchar (citó las piezas para piano, y el trio Opus 45) y otras que no. Me parece un buen modo de sortear la cuestión dicotómica que no da espacio para eso que, en verdad, también hacemos con compositores con Beethoven: o alguien me va a decir que escucha tanto la Sonata Waldstein como el Septimino?. Saludos

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  2. ¿Alguien vio las imágenes del funeral de Schönbeg? http://www.youtube.com/watch?v=MtSnJvE1Kv8
    Le ponen un bloque de cemento sobre la tumba. Un amigo tiene una acertada hipótesis: se trata de una precaución para evitar que el zombie de Schönberg se levante del cajón e invente alguna otra porquería como el dodecafonismo.

    Igual, sí, Schönberg era un grande.

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  3. A mí me interesa el hecho de que, cien años después, o casi, y a veces más allá de su música, la figura de Schönberg siga siendo objeto (y objeto pasional) de debate. Ese me parece, además, uno de los grandes aciertos del libro de Buch. En todo caso, la virulencia del ataque a Schönberg de algunos (y tal vez de la defensa de otros) tal vez tenga que ver con los contenidos casi religiosos, en el sentido de la configuración de la propia identidad, que tiene la música. Al fin y al cabo nadie se batiría a duelo, hoy, por Joyce (ni siquiera por Robbe-Grillet) ni por Mallarmé ni por Malevich ni por Godard.

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  4. ¿Las propiedades de los duelos son transitivas? Yo me batiría en duelo por Adorno, y seguramente Adorno se batiría en duelo por Schönberg.

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  5. Casi extinguidos los cocheros, creo que un menoscabo importante a la grandeza de Schoenberg lo producen los taxistas, que se obstinan en no silbar ni sintonizar melodías dodecafónicas.

    ¿Algún parentezco del autor con Tomás Buch?

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  6. He observado, no sin cierta sorpresa, la preferencia de los taxistas por otras manifestaciones de la vanguardia y, en particular, por Charles Ives y, obviamente, John Cage. No otra es la fuente, creo yo, de sus voces carraspeantes relatando simpáticas anécdotas acerca de otros conductores de vehículos superpuestas a la encantadora radio-llamada y a alguna radio comercial en la que bien podrían estar difundiéndose los edificantes monólogos de Etchecopar, las cancioncillas matinales de Oro y su equipo o, tal vez, algún último reggaetón de sencilla pero emotiva melodía.

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