La versión de Martah es espectacular, increíble. Arroja una nueva luz sobre una música muy conocida. Una maestra sin duda alguna.
Pero el maestro atrás de todo es como casi siempre, J.S. Bach, un músico de provincias no demasiado reconocido en su época, salvo por algunos pares inteligentes como Telemann; que se hizo mala sangre casi toda su vida peleando con sus patrones que parecían tatarabuelos de la gestión cultural de Macri.
Hay mucha gente que dice "cuando escucho la música la Bach, me parece que es la prueba de la existencia de dios".
Yo creo simplemente, que es la prueba de la existencia de Bach.
Es notable escuchar a Martha en un piano previamente tocado por otros pianistas (ninguno manco por cierto) en un mismo recital... es como si repentinamente hubieran cambiado el instrumento. Notable el "sonido" de la Argerich. Por otra parte que se puede decir del tío de Eisenach... siempre será poco, y además improvisaba, habilidad que Martha tiene como confesado "debe" en una abultadísima cuenta donde sobran los "haberes". Menos mal, sería demasiado.
Hay algo en la interpretación de la Sinfonía de esta Partita que, precisamente, remite a la improvisación. Argerich me dijo, cuando la entrevisté para Clásica, en 1999, que muchos le decían que su manera de tocar Bach era jazzística. Me parece que en su manera de tocar hay una especie de micro síncopa, o microrretardo, como si lo que tocara fuera decidido en el momento y no obedeciera exclusivamente a la memoria. Argerich logra sonar, cada vez, como si estuviera improvisando. El otro pianista con el que tuve esa sensación, con el que percibí esa suerte de abismo que se abre a cada momento, y en quien se escucha una interpretación riesgosa y sin redes, es Radu Lupu.
Parto de la sospecha de que un blog permite algo más cercano al pensamiento en voz alta –y a la posibilidad de debate– que los textos habituales, mucho más "terminados", más cerrados y menos propensos a la discusión –a las ideas– de otros. Y, también, de que éste es el formato posible más afín a una revista cultural donde la música y el pensamiento –y la escritura– alrededor de ella puedan situarse en primer plano.
La Discoteca de Alejandría. Programa
La Discoteca de Alejandría (domingos de 19 a 21 en Radio Nacional Clásica, 96.7 o, por Internet, en http://player.dcarsat.com.ar/rn_sc_rad37/), es un programa de músicas. En 2017 transita su noveno año consecutivo de emisiones.
Tren de noche
TREN DE NOCHE. Un programa de jazz con desvíos y ocasionales descarrilamientos. Viernes de 22 a 24 en Radio UBA, 87.9 o por Internet.
La versión de Martah es espectacular, increíble.
ResponderEliminarArroja una nueva luz sobre una música muy conocida.
Una maestra sin duda alguna.
Pero el maestro atrás de todo es como casi siempre, J.S. Bach, un músico de provincias no demasiado reconocido en su época, salvo por algunos pares inteligentes como Telemann; que se hizo mala sangre casi toda su vida peleando con sus patrones que parecían tatarabuelos de la gestión cultural de Macri.
Hay mucha gente que dice "cuando escucho la música la Bach, me parece que es la prueba de la existencia de dios".
Yo creo simplemente, que es la prueba de la existencia de Bach.
salu2
Es notable escuchar a Martha en un piano previamente tocado por otros pianistas (ninguno manco por cierto) en un mismo recital... es como si repentinamente hubieran cambiado el instrumento. Notable el "sonido" de la Argerich.
ResponderEliminarPor otra parte que se puede decir del tío de Eisenach... siempre será poco, y además improvisaba, habilidad que Martha tiene como confesado "debe" en una abultadísima cuenta donde sobran los "haberes". Menos mal, sería demasiado.
Hay algo en la interpretación de la Sinfonía de esta Partita que, precisamente, remite a la improvisación. Argerich me dijo, cuando la entrevisté para Clásica, en 1999, que muchos le decían que su manera de tocar Bach era jazzística. Me parece que en su manera de tocar hay una especie de micro síncopa, o microrretardo, como si lo que tocara fuera decidido en el momento y no obedeciera exclusivamente a la memoria. Argerich logra sonar, cada vez, como si estuviera improvisando. El otro pianista con el que tuve esa sensación, con el que percibí esa suerte de abismo que se abre a cada momento, y en quien se escucha una interpretación riesgosa y sin redes, es Radu Lupu.
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