Alguien me pregunta para qué sirven los libros sobre música, si la música es para escucharla. Sin tantas vueltas. La primera respuesta que se me ocurre es que, con toda claridad, no sirven para aquellos a los que no les gusta leer sobre música. La segunda es que no sirven para nada, en el sentido en que tampoco sirve la tercera sinfonía de Beethoven o, incluso, la electricidad. Es decir, nadie duda de la emoción que produce la obra de Beethoven una vez compuesta ni de la utilidad de la electricidad una vez que ha sido descubierta (y sus formas de aprovechamiento inventadas) pero mal podría haber una humanidad infeliz por carecer de las obras no creadas o por no tener energía eléctrica cuando ésta no existía. Nadie se siente insatisfecho por la falta del introcronocuantificador termoatómico multidimensional hasta que el aparatito, si es que eso resultara siendo, aparece en el universo. Nadie salvo, tal vez, los creadores. Para Edison sí había una necesidad de la energía eléctrica aunque uno podría suponer que su invención se debió más a la necesidad de aquietar su espíritu que a la de proveer al bien común –me apresuro ante las críticas posibles a esta formulación diciendo que pensar en el bien común también puede aquietar el espíritu de algunos–. Entonces, los libros sobre música sirven –menos que la electricidad o la tercera sinfonía de Beethoven, desde luego– para aquietar el espíritu de quienes los escriben. Y, si tal cosa es posible, también para dar placer –y para ayudar a formularse nuevas preguntas, más que para obtener respuestas– a aquellos a los que les gusta leer sobre lo que los apasiona o, por lo menos, los interesa o inquieta.
Allá en los tiempos del romanticismo, Schleiermacher dijo que el comentario de una obra de arte forma parte de la obra misma, e inauguró un género: La crítica. Vinieron después el positivismo, el análisis, la deconstrucción.
ResponderEliminarQuizás ya podemos decir que los libros sobre música (cine, literatura)son una obra en sí, que no dependen de la aprobación de los artistas ni de su público, incluso que pueden ser disfrutados más que (o previamante a) la obra misma.
Creo que desvarío, pero agradezco la reedición ampliada de La música del siglo XX.
Saludos.
La crítica existe desde muchos siglos antes. Aristóteles ya hacía crítica literaria.
ResponderEliminarLa postura de igualar a la crítica con la obra de arte obtiene un resultado insólito (deseable por los críticos): se toleran textos que violan sistemáticamente todas las reglas del discurso argumentativo, de la lógica y de la coherencia entre referentes, significados y significantes. Recursos literarios del humor, del surrealismo y del dadaísmo vuelven disfrazados de crítica (podríamos encontrar muchísimos ejemplos), pero son opinión pura traída de los pelos.
En todo caso, habría que separar a los textos de "crítica libre" o de "crítica abstracta" (que no establecen relaciones con el mundo real) de los textos de "crítica lisa y llana" (que se esfuerzan por establecer relaciones significativas con objetos artísticos del mundo real). Gran parte de lo que se escribe hoy en día es "crítica libre": poco o nada tiene que ver con aquello de lo cual supuestamente trata.
Dicho esto, a mí me sirvió mucho leer "La música del siglo XX".