Los Grammys no son los premios más tenidos en cuenta en el mundo de la música clásica, pero sirven como dato para percatarse hasta qué punto la Argentina ha quedado definitivamente lejos de lo que sucede. Es decir, si de esa lista de discos que no corresponde a la elección secreta de una logia secreta de vanguardistas dinamarqueses sino a lo que el mercado premia (allí donde existe), casi nada ha llegado –ni tiene posibilidades de llegar– salvo por el dudoso correo nacional, vía compras en Internet, y con demoras de hasta cuatro meses, es un síntoma. Sin entrar en las rarezas, entre los galardonados están el CD con los conciertos 2 y 3 de Prokofiev por Kissin, con dirección de Ashkenazy (EMI), el Billy Budd de Britten con Ian Bostridge como protagonista y dirigido por Daniel Harding (Virgin, un subsello de EMI) y las Verismo Arias de Renée Fleming (Decca). Y ninguno de ellos, desde ya, ha sido distribuido en la Argentina. Pero hay otra cuestión que surge de la lista de premiados y que habla. también, de los efectos de las erráticas políticas de las compañías grandes, y no sólo en los márgenes sudamericanos del planeta.
El disco más reconocido (premio a mejor disco clásico, a mejor ingeniería de sonido y a mejor actuación coral) fue la versión de la Sinfonía No. 8 de Gustav Mahler dirigida por Michael Tilson Thomas, al frente del Coro y Orquesta Sinfónica de San Francisco. Y la edición (obviamente sin posible distribución en la Argentina) es del propio sello de la Sinfónica de San Francisco. Lo mismo sucede con el CD galardonado en el rubro orquestal: Daphnis et Chloé, con dirección de James Levine al frente de la Sinfónica de Boston y publicado por el sello de esa orquesta. Otra edición más, la premiada como mejor composición contemporánea, llega de la mano de los sellos de esas orquestas que, hasta hace no demasiado, tenían contratos de exclusividad con Deutsche Grammophon, Decca, Philips, EMI o casas hoy desaparecidas como Telefunken o Erato. El Concierto para percusión de Jennifer Higdon, grabado en vivo por Colin Currie junto a la Filarmónica de Londres, con dirección de Marin Alsop, fue editado por LPO Records. A esta camada de sellos más o menos independientes y relativamente pequeños se suma la aparición de marcas como Soli Deo Gloria, dedicada exclusivamente a la publicación de grabaciones dirigidas por John Eliot Gardiner, antes estrella de la Philips y de Archiv, un subsello de Deutsche Grammophon.
La única (bienvenida) excepción es el disco que los Grammys reconocieron como mejor interpretación de cámara, Intimate Letters, del Cuarteto Emerson, con extraordinarias versiones de los cuartetos de Janacek y de los Dos Madrigales para violín y viola de Bohuslav Martinú. Fue publicado por Deutsche Grammophon y se consigue en Zival's y en El Ateneo (o se conseguía: siempre cabe la posibilidad de que hubiera muy pocos y ya hayan sido vendidos). Un próximo capítulo hablará de los premios MIDEM, cuyo jurado está conformado por los críticos de las revistas especializadas europeas y representantes de las radios dedicadas a la difusión de música clásica. Como adelanto, van los nombres de algunos de los sellos cuyas producciones fueron galardonadas: Cybèle, Onyx, Mariinsky (con grabaciones del propio teatro, antes en Philips) y Tudor.
La Argentina no sólo quedó afuera de los envíos discográficos, también de los premios: los cuartetos de cuerdas completos de Ginastera quedaron en el camino y Martha Argerich también.
ResponderEliminarEn fin...