martes, 19 de abril de 2016

Escuchas














Es posible que no haya forma del arte más cercana a la naturaleza que la fotografía. Y, tal vez, no haya otra más lejana. Allí está el objeto, aparentemente sin transformación. Y si hay algo que allí no está es el objeto. No hay en la fotografía –y la cercanía, la posibilidad de tener adelante el objeto, lo pone en escena– otra cosa que la mirada del fotógrafo. En la música sucede lo mismo con la transcripción. Escuchar las sinfonías de Beethoven a través de Liszt –y del piano– es escuchar aquello que Liszt escucha en Beethoven. Incidentalmente, su transcripción de la Sinfonía Nº 9, y en particular de su último movimiento –la teatralidad, los recitativos, la retórica–, funciona como anticipación y mapa de su Sonata en Si Menor. Yury Martynov acaba de grabar esta transcripción, en un piano Blüthner de 1867.

lunes, 11 de abril de 2016

Lecturas II










Al principio, el tono casi de novela policial. Al final, la autobiografía como una de las formas de la investigación (o lo contrario). El punto de partida son las actuaciones de la Orquesta de París, dirigida por Daniel Barenboim, programadas por el Mozarteum Argentino en Buenos Aires, en 1980, y la expresión de solidaridad de algunos miembros de la orquesta para con los desaparecidos. A partir de allí, Esteban Buch construye de manera extraordinaria un tejido de excepcional densidad. Música, dictadura, resistencia, anuncia el título. Y cada una de estas tres palabras, lejos de cualquier automatismo o posición asumida previamente, es cuestionada a fondo. Las preguntas, en todo caso, indagan en una zona tan angustiante como imprescindible: la cotidianidad durante aquella dictadura que se bautizó a sí misma como "proceso".

Lecturas I








La literatura debe ser inquietante. El arte, debería serlo. La frase, si es que es exactamente esa, es de Raymond Carver. No sé si es una regla. Tal vez sea una condición casi suficiente y muchas veces no necesaria. Pero lo cierto es que resulta más fácil enamorarse de los cuentos inquietantes que de los que no lo son. Leo, entonces, y termino en unas horas –con placer e inquietud, claro–, un libro recién comprado: Las cosas que perdimos en el fuego, de Mariana Enriquez.