La última película de Woody Allen,
Midnight in Paris, abre con un bellísimo cortometraje sobre esa ciudad. Y parte de esa belleza, como suele suceder con Allen, tiene que ver con la elección de la música, "Si tu vois ma mère", en
una grabación realizada por Sidney Bechet en 1952. El fraseo penetrante y enfático de Bechet, en esa delicadísima balada, es contestado, en un notable contracanto, por otra voz, la del clarinetista Claude Luter, que tocó junto a Boris Vian y Barney Bigard, entre otros. El juego –y el entendimiento– entre ambos músicos es fantástico.
Vengo fresquito de ver la película de Woody Allen y me permito discrepar con Diego sobre la idea de que el documental previo al comienzo de la película sea bellísimo. De hecho, salí del cine con sentimientos encontrados, porque la película se apoya en una muy buena idea, a mi gusto desperdiciada por casi la misma razón que, desde mi modesto punto de vista, hace que el documental falle: son todos lugares comunes. En la película, lo que un norteamericano medianamente ilustrado puede entender sobre la presencia de grandes artistas en la París de lso años 20; en el documental, muy lindas vistas de París, más propias de una película promocional sobre la ciudad de esas que uno ve en los aviones antes de llegar que de un documental artístico. Me parece que la clave, en todo caso, está en que París, a diferencia de Nueva York, no es la ciudad de Woody Allen y él quiso repetir, de algún modo, el tipo de imagen urbana de gran belleza que presenta en sus películas norteamericanas, pero aquí sobre una realidad que le es ajena. Un francés, seguramente, no habría representado París en los mismos términos que Allen, precisamente porque, como decía Borges que dijo Gibbon, en el Corán no hay camellos y en las películas francesas que tienen a París por escenario no hay postales. Con todo, concuerdo plenamente en la apreciación sobre la música que hace Diego que, en síntesis, es lo único que aglutina y da sentido a esas imágenes turísticas y exteriores de una ciudad que no hizo carne en el director.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con Fondebrider. Woody Allen tratar de hacer con las películas que filma en otros lugares lo que tan bien le sale con Nueva York, pero no conoce realmente esas ciudades y actúa como un turista más, sólo que con ínfulas. Para no hablar de la verosimilitud. En "Medianoche en París", por ejemplo, en una escena está Owen Wilson charlando con la actriz francesa que hace de Adriana en las escaleras de Sacre Coeur y en la escena siguiente, y sin solución de continuidad, siguen el diálogo a orillas del Sena. La caminata en cuestión, de ajustarse a los términos reales, es de apróximadamente una hora. Ningún francés, y mucho menos un parisino o cualquiera que conociera la ciudad, se lo creería. Es como si alguien filmara en mi ciudad y pretendiera hacer una toma en el monumento a la bandera y el diálogo prosiguiera en Pichincha. Lo que permite imaginar que Woody Allen sigue pensando que su público está básicamente en los Estados Unidos. De ahí, tal vez, todos los lugares comunes que señalaba Fondebrider.
ResponderEliminarLa verdad, una lástima.
Pero Diego tiene razón, la música es muy buena. ¿Se consigue algo de Sidney Bechet en la Argentina? ¿Dónde?
Para mí que Woody Allen vio "El exilio de Gardel" y lo quiso plagiar. Si hasta le puso el humo que tienen todas las películas de Solanas. Faltó la música de Piazzolla y Castiñeira de Dios y cartón lleno.
ResponderEliminarAunque la venden como "lo mejor de W. A. en los últimos tiempos" me resultó, claramente inferior a muchas películas anteriores, que sí me gustaron, como la honestísima Whatever Works. Sin embargo, de los lugares comunes del film, quizás sean los del inicio los más disculpables.
ResponderEliminarSaludos,
Suri.
Suri, si la próxima película de W.A. se filma en Londres y si empieza mostrando el Parlamento, la Torre de Londres, Picadilly Circus, Trafalgar Square, Hyde Park y el cambio de guardia con soldados vestidos de rojo con ese gorro absurdo, no te quejes.
ResponderEliminarY si viene a Buenos Aires y filma Caminito, La Boca, etc., tampoco. Para él, evidenemente, todo es very tipical.
Alicia P.: ¿desde cuándo una obra de arte debe ser verosímil? ¿Qué importancia tiene que un diálogo empiece en un lugar y termine en otro a los efectos de la ficción? Y a mí que vivo en Buenos Aires, qué corno me importa lo que vayan a pensar los franceses.
ResponderEliminarSuri: qué suerte que nos indicás qué errores de W.A. son los más disculpables. No sé qué habríamos hecho sin tu punto de vista.
Gonza: ojalá W.A. viniera filmar a Buenos Aires, a ver si todos esos pejertos que hacen películas en la Argentina aprenden algo (para no hablar de los actores, claro).
Acuerdo un poco con todos y disiento bastante con unos cuantos. Puede que se deba a que no venía de la mejor de las semanas posibles pero disfruté mucho la película de marras, aún a sabiendas de que no se trata de la más importante de la historia del cine y, probablemente, ni siquiera de la carrera de Allen. Admito lo de la la mirada turística del comienzo aunque, como bien me hizo notar mi hija Laura, allí hay ,muchas menos obviedades que las que hubiera incluido un francés (primera enmienda a la ley del canello). Es segundo lugar, tratándose de ciudades extranjeras, y sobre todo de París, los canellos me molestan mucho menos que los que podrían encontrarse, por ejemplo, en una letra de Horacio Ferrer. Es decir: los camellos extranjeros son mejores que los propios (segunda enmienda a la ley del camello). Por otra parte, Allen nunca oculta (y su personaje principal lo pone en escena) que no se trata de un parisino sino de un estadounidense fascinado con París. En cuanto al verosímil, el film, que no busca ser un documental ni mucho menos, hace algo bastante corriente. Piensen si no en la casa del Capitán Von Trapp, en La Novicia Rebelde (Sonrisas y lágrimas para España. The Sound of Music para los angloparlantes). El frente es el de la Intendencia de Salzburgo y el jardín junto al lago está a unos 50 km. Y ya en el terreno del disco de Bechet, puede conseguirse yendo a pie desde el Monumento a la Bandera hasta Pichincha, pero de rodillas. O, tal vez, en la Zival's de Rosario haya algo, aunque no creo que las grabaciones parisinas de los 50. Sí se consigue, en Amazon, una antología de 4 Cds de ese período (registros para el sello Vogue), muy buena y muy barata.
ResponderEliminar¿Cuáles serían las obviedades que habría incluido un francés? Hasta ahora, Diego, no las declaraste. ¿En qué películas? Y no cites películas de Louis de Funes o de Pierre Richard porque en tu ejemplo equivaldrían a las de Carlitos Balá o a las de Minguito.
ResponderEliminarEstimado Sr. Fischerman:
ResponderEliminarSu referencia al pasar a Horacio Ferrer es, cuanto menos, ofensiva. El nunca uso camellos en sus letras y, que yo recuerde, ningún otro animal parecido. Así que, es mi sentir que, como se trata de uno de los grandes poetas que dio el Río de la Plata, merece algo más de respeto.
Estimado Sr. García Merino. Leo y releo y no veo cómo ni por qué podría ser ofensivo el hecho de que no me guste Ferrer, de que claramente no lo considere uno de los grandes poetas que dio el Río de la Plata ni tampoco un buen letrista de tango y de que me parezca que, efectivamente, abusa de pintoresquismos (los camellos a los que hace referencia Borges, citando a Bishop).
ResponderEliminarGonza: No era mi intención, ni creo que me fuera posible, hacer un catálogo pormenorizado de lugares comunes utilizados por franceses prestigiosos (ya que los equivalentes de Balá no cuentan) pero tengo para mí que alguna vez he visto a la Torre Eiffel o a los jardines de Luxemburgo en algún film francés de autor. Tal vez alguien más afecto al enciclopedismo (y con mejor memoria) que yo pueda aportar la lista requerida.
ResponderEliminarGonza: en Londres ya filmó la excelente Matchpoint; no recuerdo si había cambio de guardia, pero si lo hubo pasó desapercibido. Marte ataca: todo lo que hace Woody es fantástico, maravilloso e insuperable y Medianoche en París es una obra gigantesca, un hito estético y filosófico. En serio, perdoname.
ResponderEliminarSuri.
Suri, me vas a volver loco. En tu mail anterior Medianoche en París era floja, ¿y ahora es una obra gigantesca? ¿Qué fumaste, hermano?
ResponderEliminarAh, me olvidaba. Estás perdonado.
ResponderEliminarQuerido Marte Ataca. Entiendo que el ingenioso Suri es irónico. Lo que, en cambio, entiendo menos, aunque lo veo y lo oigo a diario, es la necesidad de pensar en el curry rojo de pato toda vez que se está ante un plato de ravioles. Abundan, en el mundo de la música, los voluntarios que, sin que nadie lo pida, nos informan, cuando hemos sentido placer frente a un solo de Oscar Peterson, que el único pianista ante el cual uno puede gozar es Andrew Hill. Que lo que creímos placer seguramente no lo era o que, tontos de nosotros, hemos disfrutados con lo que nunca debimos hacerlo. Con el cine, en que los críticos espontáneos son muchos más, es tal vez peor. Cada película debe confrontarse, siempre, con la historia del cine en general y con la de su director o guionista o montajista o actores en particular, y la condena es inmediata si alguien insinúa haberla pasado bien con un film que no es ni La diligencia, ni Sunset Boulevard ni El ciudadano ni la antepenúltima de Kiarostami. Creo, y es tan solo una opinión personal, que no sólo las obras maestras son dignas de nuestro goce, por más cultos que seamos y por más conociniento de la historia del género que tengamos. Que no se puede estar mentando a Don Giovanni y a Tristán e Isolda ante cada aria de Bellini (aunque, desde ya, nadie puede obligarnos a escuchar unas o las otras). Y que una pieza menor de un buen director y mejor autor, como Allen, bien filmada (aun con su mirada turística que, insisto, creo que en este caso es intencional y se justifica en el personaje principal), bien actuada y con no menos de tres ideas excelentes y cuatro escenas fantásticas, bien puede ser disfrutada sin la necesidad de decir: Ah, pero Annie Hall era mejor. Y ni hablar de El séptimo sello o Alphaville. IEn otrol orden de cosas, y antes de que los puristas caigan sobre mí, en una de mis respuestas anteriores incurrí en un error: a quien cita Borges es a Gibbon, como bien señala Fondebrider, y no a Bishop, un poeta que Borges tradujo y cuyo nombre se me filtró probablemente por el efecto mezclado de la asociación libre y la distracción pero que nada tiene que ver con este asunto.
ResponderEliminarAcuerdo con esto que escribe Diego. Lo que me disgustó del último film de Woody(del que,por otra parte, veo todo lo que filma porque, sencillamente, suelo disfrutarlo, más allá de lo que digan los muchachos de EL AMANTE)es, como dice Jorge F., la abundancia y superposición de lugares comunes. Esto no implica que no haya disfrutado de algunas bellísimas imágenes o de buenos gags como el del detective corriendo por Versailles. En la suma, sin embargo, hay algo que no me dejó disfrutar el film. Algo parece forzado, con el truco demasiado a la vista, cosa que no ocurre -o ocurre menos- en otras de sus comedias recientes, menos pretenciosas, como la que aquí llamaron "Que la cosa funcione" o Scoop. Igualmente, filma una por año y, afortunadamente, hay para todos los gustos.
ResponderEliminarSaludos,
Suri.
Shaquestamos, valga agregar que las (a mi juicio) encantadoras versiones de las canciones de Cole Porter corren por cuenta de Conal Fowkes.
ResponderEliminarY un comentario adicional: por razones personales y profesionales, me alegra ver que, aunque sea por una vez, no se critica la traducción de una película.
Antes que nada me gustó la película. Es cierto que, como el resto de los norteamericanos, Woody Allen usa los estereotipos pero él lo hace con un humor y una honestidad que lo salvan. Pienso en las biopics intragables donde sus compatriotas dan lecciones de moral y se toman en serio. En cambio, las caracterizaciones de Woody son tan en broma que resultan simpáticas aunque no puedan dejar de parecer personajes de Disney (¡ese Picasso, ese Hemingay!). De hecho, creo que él quiere que se parezcan a los personajes de Disney y sabe que no se parecen a lo que fueron en realidad (al revés que las biopics). Y por eso creo que es honesto. En cuanto a la ciudad, esta vez me gustó mucho más que como mostró Barcelona. En esa película me parece que filmó a Gaudí para justificar la exención de impuestos que le hicieron.
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