miércoles, 22 de mayo de 2013

Henri Dutilleux (1916-2013)







Fue uno de los compositores más originales del siglo XX y siguió componiendo hasta ahora. Fue moderno y nunca perteneció al mundo fatuo de la modernidad. Fue sorprendente sin los tics y sobreactuaciones de quienes cultivan la sorpresa como una marca. Con lazos innegables con la tradición de Debussy y Ravel, fue negado y luego bendecido por Pierre Boulez. Murió el 22 de mayo. Aquí, un enlace a una muy buena versión de una obra que me gusta mucho, Les citations, para oboe, clave, contrabajo y percusión, en una revisión de 2010, y aquí un pequeño film promocional de la Deutsche Grammophon, acerca del extraordinario disco dedicado a su música que se editó a comienzos de este año y que, dirigido por Esa-Pekka Salonen y con la soprano Barbara Hannigan y el cellista Annsi Karttunen como solistas, obtuvo críticas laudatorias por parte de las revistas especializadas Gramophone, Clasica/ Le Monde de la musique y Diapason. El CD, donde toca la Orquesta Fiarmónica de Radio France, incluye las obras Correspondances (en primera grabación mundial, con Hannigan), "Tout un monde lontaine" (con Karttunen, que este año tocará en el CETC en dúo con el compositor Magnus Lindberg en el piano) y The shadows of Time (con tres niños solistas de La Maïtrise de Radio France).

domingo, 19 de mayo de 2013

Ophelia

Es posible que ese cuadro pintado por John Everett Millais entre 1851 y 1852 haya fundado muchas más cosas que el movimiento pre rafaelita, que con su vuelta a una clase de pintura detallista y su exaltación de la naturaleza y de una antigüedad mítica revolucionó la pintura inglesa del siglo XIX. Allí, en ese mundo tan meticuloso como inasible puede encontrarse, en todo caso, la semilla del simbolismo y hasta del futuro surrealismo. La obra se inspira en el final del cuarto acto de Hamlet, de William Shakespeare, en que la reina Gertrude comunica a su actual marido, el rey Claudio, y a Laertes, que Ophelia ha muerto. Ese monólogo es el tema de una canción de Robert Schumann, "Herzeleid", que abre el ciclo de seis piezas Op. 120, y de una de Berlioz, "La muerte de Ophelia". Hay además un ciclo casi desconocido de Canciones de Ophelia de Johannes Brahms, destinado a una representación teatral de Hamlet, y otro, genial, de Richard Strauss (su Op.67). Y están las piezas líricas de Edward Grieg, tan pre rafaelitas (y pre surrealistas) como el cuadro de Millais. Y la Sonata para violín y piano de Edward Elgar, imbuida por su espíritu. Y el Hamlet de Tchaikovsky. Y una "Ofelia" de Juan Maglio Pacho, grabada hace exactamente cien años. Y otra de Madelaine Peyroux. Por ese mundo transitará hoy, domingo 19 de mayo, el programa radial La Discoteca de Alejandría (de 19 a 21 en 96.7 o, por Internet, en www.radionacional.com.ar).

Cuervos que se rehúsan a (dejar de) cantar






Steven Wilson es un guitarrista, tecladista y compositor ligado a lo que, todavía, es llamado prog-rock. Una clase de canciones expandidas, con cierto desarrollo instrumental y una cuota de ambición, en su forma, en la temática de sus letras, que excede lo que el pop le ha deparado en los últimos años a aquel género que hace unos cuarenta años se apropió del universo musical y de la idea de modernidad en el arte. Era una idea, de todas maneras, que en muchos casos, tenía mucho de arcaico. Y de explícitamente renacentista. Tanto en su vuelta a fuentes antiguas (lo clásico, o lo clásico imaginario, en lo musical; las leyendas, mitologías, épicas lejanas y ucronías en las letras y en los aspectos visuales) como en su pretensión de abarcarlo todo. Steve Wilson lidera el grupo Porcupine Tree y además tiene tres discos solistas, el último, The Raven that Refused To Sing (aquí el video con la canción que le da título y que cierra el disco), producido por Alan Parsons –el legendario ingeniero de sonido de The Dark Side of the Moon– editado hace un par de meses en Europa y distribuido en la Argentina por Icarusmusic. Y ayer, un poco en secreto (aunque no para sus fans, desde ya), sin cobertura de diarios y casi sin que se publicara la noticia, actuó en el Teatro Vorterix. No se trata, desde ya, de música nueva, en un sentido estricto, sino más bien de una continuación, un perfeccionamiento (tal vez manierista) y una versión extremada de aquello que Yes, Pink Floyd y King Crimson diseñaron hace unas cuatro décadas. Wilson, que fue el productor de la reedición digitalizada de la discografía de King Crimson, llegó con una banda impecable (Nick Beggs, Adam Holzman, Chad Wackerman (baterista de Frank Zappa entre otros) y Guthrie Govan (que fue guitarrista de Asia), que toca, en rigor, mucho mejor que loque  podían tocar sus admiradas fuentes y cuenta con una tecnología inimaginable en los setenta. No es la revolución. Pero es como el regreso (ahora en HD) a un lugar amado.

domingo, 5 de mayo de 2013

Isla de la muerte






El pintor Nicholas Roerich fue el diseñador de la escenografía y vestuario de La consagración de la primavera y, según parece, más que el "sueño pagano" al que alguna vez se refirió Stravinsky, fueron los bocetos de este experto en el medioevo ruso, los que funcionaron como verdadera inspiración. Resulta obvia la mención a la obras del artista y arquitecto Viktor Hartmann, a quien Modest Mussorgsky recuerda en sus Cuadros de una exposición (el subtítulo en la portada original es Воспоминание о Викторе Гартмане –Vospominániye o Viktore Gártmane–, o sea "recuerdos de Viktor Hartmann"). Pero hay un tercer caso ruso, que involcra a una de las composiciones más bellas de comienzos del siglo XX: el poema sinfónico Isla de la muerte, que Sergei Rachmaninov escribió en el invierno de 1908 en Dresde, la ciudad que tomaba como centro de operaciones para sus giras europeas como pianista. La obra es un ejemplo notable de wagnerianismo tardío (o richardstraussismo temprano) leído desde Rusia y la tradición del Tchaikovsky más oscuro. Y pocos recursos dramático musicales podrían resultar más efectivos (o por lo menos más seductores) que la simultaneidad de un pie rítmico de cinco tiempos, que simbolizaría la respiración, con las citas del Dies Irae gregoriano. En el origen de la obra hay asimismo un cuadro, también titulado Isla de la muerte y creado por el simbolista suizo Arnold Böcklin, nacido en 1827 y muerto en 1901. Algunos aseguran que el músico vio el cuadro en una exposición en París. La verdad es que lo que Rachmaninov vio fue la fotografía en blanco y negro que le mostró su amigo Nikolai Struve, quien además se la sugirió como tema a tener en cuenta. Lo interesante es que Isla de la muerte no es un cuadro sino muchos, y nadie sabe exactamente cuál es el que vio Rachmaninov. Böcklin pintó cinco versiones diferentes y las reproducciones de unas u otras llegaron a ser popularísimas en Europa central, incluso en fotografías en blanco y negro como la que Struve le mostró al compositor. Vladimir Nabokov observó en la novela Desesperación, de 1936, que "había una en cada hogar de Berlín". Por lo pronto, tanto Sigmund Freud como Vladimir Lenin tenían reproducciones pegadas en las paredes de sus estudios. Y Böcklin fue, además, el pintor preferido de su frustrado colega Adolf Hitler.

jueves, 2 de mayo de 2013

El gráfico






Giacomo Puccini estuvo en la segunda función y dijo, según otros dijeron: "La coreografía es ridícula y la música cacofónica; la obra de un loco. El público susurró, se rió, y... aplaudió". La crítica de Le Figaro, firmada por Henri Quittard, concluía definiendo la composición como "una barbarie laboriosa y pueril". Cuentan que Igor Stravinsky, tras bambalinas, marcaba los tiempos frenéticamente con los pies contra el suelo, para tratar de guiar a los bailarines, irremisiblemente perdidos. El 29 de este mes se cumplirán 100 años del que tal vez haya sido el estreno más famoso de la historia y, con seguridad, aquel en el que más distancia hubo entre la valoración original de una obra y la manera en que, muy pronto, comenzó a ser considerada. De hecho, como obra de concierto, ya sin la coreografía de Nikinsky, La consagración de la primavera fue un éxito menos de un año después. Se escuchó por primera vez en San Petersburgo el 18 de febrero de 1914, con dirección de Serge Koussevitzky, y el 5 de abril, luego de ser presentada en París (en el Casino y, como en el estreno del ballet, con Pierre Monteux en el podio), Stravinsky fue llevado en andas. Entre las múltiples conmemoraciones del centenario, el animador Stephen Malinowski, que trabajó entre otros con Björk, preparó junto al programador Jay Bacal en una especie de versión gráfica que permite, a quienes no leen una partitura, tener, literalmente, una visión ("que los ojos guíen al oído", dice Malinowski) de la obra. Aquí, el enlace a la primera parte y aquí a
la segunda.