No me gusta Aira. La declaración no implica un juicio, salvo, tal vez, a mí mismo y mis limitaciones. Conozco mucha gente cuyos gustos y posiciones estéticas respeto a los que sí les gusta Aira. E incluso, algunos, lo consideran un genio. Yo no. Prefiero otra clase de literatura y de escritores. Y entiendo como valor todo (o casi todo) lo que Aira pone en tela de juicio. He leído algún libro suyo que me gustó (La luz argentina, El mármol, Los fantasmas) y otros que me parecieron pésimos. Pero, claro, la airicidad excluye la posibilidad de lo bueno y lo malo; hay un magma y una cosa le da sentido a la otra. Es un doble juego –que a mí me excluye y que me parece, al final, pedante– entre una obra individual que no existe como tal y un conjunto que sería el que le da sentido pero es inabarcable e, incluso, se critica a sí mismo. Gerardo Gandini odiaba a Aira. Y escribió un diario musical. A su manera: autocrítico, reconcentrado. El diario de quien tarda varios días en escribir –y en sacar, pulir, reducir, encontrarle el núcleo– lo que corresponde a uno solo. Esteban Insinger, un compositor más joven que Gandini, que acaba de estrenar una obra en el Centro de Experimentación del Teatro Colón (hoy, domingo 16, es la última función, a las 17) llamada Hércules en el Mato Grosso y compuesta junto a la escritora Pola Oloxairac (en rigor, Caracciolo), escribe, también, un diario musical.
El suyo es estricto: una pieza por día, desde el 4 de abril de 2009. Y hay allí, un concepto aireano. Y así como no me gusta el diario literario de Aira, donde nunca sé qué buscar ni dónde, y a cuyo conjunto me rehúso (lo que resulta irrelevante porque, aunque no lo hiciera, nadie, probablemente ni el mismo Aira y mucho menos yo, sepa todo lo que éste incluye y sea capaz de leérselo todo) me interesa el de Insinger (este es el enlace para escucharlo, en todo –improbable– o en parte: insingermusicaldiary.bandcamp.com). Creo que lo que diferencia a ambos es que el de Insinger es posible. Que cada pieza tiene un valor en sí mismo, que es posible entrar y salir, y ordenar y recortar, de muchas maneras (pueden escucharse todas las piezas escritas a comienzos de mes, por ejemplo, o todas las que coinciden con algún acontecimiento importante –Martín Liut buscó la que se correspondía con el día en que el tren del F. C. Sarmiento se estrelló en Plaza Once, a ver si algo de eso sonaba allí– o las que fueron compuestas con luna nueva). Y la idea de que hay muchas más para escuchar, lejos de convertirse en una piedra atada al cuello, es un estímulo y una pequeña alegría.
En cuanto a la ópera, los que puedan darse una vuelta por el CETC háganlo. Musicalmente hay momentos muy bellos –la escritura para las dos sopranos, alguna de las casi canciones–, y la interpretación es perfecta. A mí no me interesó el texto, me parece que a partir de una buena historia (contada en parte por Aira, en Un episodio en la vida del pintor viajero) se queda en el dato ingenioso –y a veces petulante–, que no abunda en nada (ni siquiera en el tema de la fijación de la imagen, que es uno de los núcleos), no da espesor a los personajes y termina ofreciendo poco más que el lugar común del hombre y la mujer serpiente (la bothrops newiedi, más conocida como jararaca y pariente cercana de la yarará, es recurrente en el texto). Pero, ya se sabe, a mí no me gusta Aira.
Excelente la mùsica lo escuche en el programa del domingo y me encanto.
ResponderEliminarMariana Salles
jauque mate a la puesta en valor o un genio o un idiot.
ResponderEliminarP.P
SE REPONE ?
ResponderEliminarSALUDOS
IRENE