La música que desde hace unos cien años se llama –o es llamada– contemporánea está sujeta a debate casi desde su gestación. Es posible que esa discusión permanente no tenga tanto que ver con sus características intrínsecas como con que, por primera vez en la historia, la democratización de la educación –por más injusta que sea la sociedad actual, los alfabetizados y los que tienen la posibilidad de escuchar algo por la radio o incluso de ir a un concierto son muchos más que en toda la historia anterior– y la aparición de los medios masivos de comunicación han hecho que el arte tenga como destinatario –aunque más no sea potencial–a todo el universo. En la época de Schumann sólo discutía a Schumann el público de Schumann. Y hoy, para bien o para mal, un periodista supuestamente especializado en música popular, o en algo aún más pequeño, como el rock, puede llenar la página de un diario opinando sobre "cómo debe ser la música" o sobre los ejercicios masturbatorios o el elitismo de todo aquello que supera su posibilidad de placer y entendimiento (que a veces van juntos). Pablo Gianera, en la excelente nota publicada ayer en ADN, dice que la idea de lo contemporáneo quizás aluda más a un aire de familia, a un "estilo", que a una cuestión temporal. Acompañan su artículo un breve ensayo del musicólogo Pablo Fessel sobre la estética de algunas obras recientes que él considera ejemplares, una discografía recomendada, un reportaje publicado en El País de España al ahora célebre crítico neoyorquino Alex Ross y un agudo comentario del propio Gianera sobre el exitoso El resto es ruido, mal traducido por Seix Barral como El ruido eterno. Pero es en la nota central, titulada "El fenómeno de los nuevos compositores argentinos", donde por primera vez en el periodismo musical argentino se da cuenta de un estado de las cosas signado, entre otras cuestiones, por una novedad: el reconocimiento de una generación de maestros. Los que están en las fotos, Gerardo Gandini, Marta Lambertini, Francisco Kröpfl, Mariano Etkin (a los que habría que agregar, por su influencia ralentada y a la distancia, a Mauricio Kagel y a un autor notable y no siempre tenido en cuenta, Antonio Tauriello) hace veinte años todavía dividían aguas y encabezaban bandas de acérrimos rivales, agrupados en ocasionales alianzas de unos contra otros. En la actualidad, el único enemigo a la vista, por lo menos para muchos de los que están acá y para la mayoría de los que residen en Europa (no así para los que viven en los Estados Unidos), es Osvaldo Golijov, precisamente quien más le interesa a Ross (y al mercado).
Otro rasgo de época es que, como en el rock, ya no hay jóvenes (o les cuesta mucho más que antes llegar a lugares de exposición). Hoy hay compositores jóvenes de más de cincuenta años, una edad a la que Gandini o Kröpfl ya tenían una obra considerable detrás. No en todos los casos, desde ya, pero es posible que el retiro del Colón de cierto paisaje musical tenga consecuencias en ese sentido. Kagel –en sus comienzos–, Tauriello, Gandini, hicieron allí parte de sus carreras. Fueron preparadores, maestros acompañantes y tuvieron oportunidad de llegar con sus obras a las grandes orquestas (aunque éstas las tocaran a desgano o, directamente, en contra). En fin, como las mejores sagas, esta continuará. Mientras tanto, vale la pena leer lo publicado en ADN y, de paso, festejar la rareza de una nota sobre música de tradición académica en la tapa de un suplemento cultural.
La figura de Golijov resulta inquietante en nuestro medio, claramente. Hasta Gandini, que por cierto, fue su maestro, lo pone como ejemplo admonitorio de lo que "no hay que hacer". Su música y su éxito incomodan. Por eso me interesa. Aunque no alcanzo a tomar una dimensión real del asunto.
ResponderEliminar¿Se trata de la polémica entre escritores de culto y escritores de best-sellers? ¿O de un modo de hacer música que pone en crisis el paradigma hegemónico por estas tierras?
Saludos
Se ha recibido y rechazado un comentario anónimo e insultante, aparentemente hacia la figura de algún compositor que no estaría disopuesto a que le hicieran sombra. Si bien todos los mensajes en un blog son más o menos anónimos (dado que no es posible comprobar identidades y la mayoría son, de todas maneras, desconocidas, por lo menos para quien modera), creo que en los casos en que se ponen en juego opiniones que puedan considerarse ofensivas es necesario dar la cara. Por otra parte, las opiniones más fuertes pueden plantearse sin insultos personales.Este blog los ha evitado hasta el momento y así seguirá haciéndolo en el futuro
ResponderEliminarmi querido, te dije y reitero que considero que el problema es con aquéllos que pueden hacernos sombra, por eso duele el éxito de golijov, mientras es mas sencillo hacer promocion con los que no importan tanto, o son mas débiles, me podés aclarar en dónde está el insulto? esto es evidente y pasa desde siempre en cualquier ámbito cultural, los pintores, los poetas, los teatristas, siempre promocionan al mas débil y atacan al fuerte, es un estigma de nuestra patria!!
ResponderEliminary Novalis es mi apellido
El mensaje anterior hablaba de ciertos "viejos de mierda". Tal vez en un exceso de celo creí que eso era un insulto.
ResponderEliminarestá bien mi querido, dije viejos de mierda porque me dejé llevar un poco por la ira que me generan las envidias y las bataclanadas, pero el espíritu no era chumbón ni achuriento, todo lo contrario. Los viejos, así, simplemente, siempre hacen lo mismo, pobres!, promocionan al mas débil, al zonzo, es como proteger al que no puede, al hijo que -ellos creen- no tiene medios. Y se equivocan grande y fiero cuando, además, le dan con un caño al fuerte, o lo ignoran. Esa es la marca de orillo en la herencia cultural de nuestro país, y si no volvé a leer el libro de Juan Carlos Paz y fijáte que a Etkin el "viejito" lo trata de Mario (se equivocó de nombre el desgraciado!!, ajájá y en vez de Mariano le puso Mario, y al pobre kropfl, que era su discípulo mas destacado casi ni lo menciona......Ocurre siempre y en este caso me parece que ocurrió nomás.
ResponderEliminarNovalis