2001 sigue estando en el futuro. Salvo en el campo (inmenso, impredecible) de la informática, y en el comienzo del reconocimiento de los derechos de los homosexuales, nuestro presente es muy parecido al pasado inmediato (mucho más que otras épocas con respecto a sus propios pasados). Los sesenta tal vez hayan sido el primer momento en que el ser humano imaginó un futuro más allá de sus posibilidades. No hubo justicia social, ni paz ni amor. Pero tampoco hubo trajes plateados, teletransportadores, viajes por el espacio y automóviles y aviones parecidos a los de Los supersónicos. Y seguimos hablando, como hace cincuenta años, de música contemporánea. Y su núcleo duro, más allá de algunas incorporaciones recientes, sigue siendo la misma música que era contemporánea hace cincuenta años (y más): Luigi Nono, Karlheinz Stockhausen, Luciano Berio, Pierre Boulez. Se habla de la aceleración de la historia pero, tal vez, la historia se haya desacelerado dramáticamente. Entre las Variaciones Goldberg de Bach y las primeras sinfonías Sturm und Drang de Haydn, transcurrieron veinticinco años, el mismo lapso que entre el Primer Libro de Estudios para piano de György Ligeti y la actualidad. Es obvio: Ligeti sigue estando en el presente. Y también lo están el Treno para las víctimas de Hiroshima de Penderecki (escrito hace medio siglo y, para muchos, situado todavía en el futuro) o Jimi Hendrix, cuyo vanguardista experimento con el Himno estadounidense tuvo lugar hace cuarenta años ante un público masivo que lo idolatró pero hoy no sería programado por ninguna radio comercial. Somos, por primera vez, contemporáneos de nuestro pasado.
lunes, 11 de enero de 2010
Contemporáneos
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Publicado por
diego fischerman
en
9:28
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"Pero el fin de la historia también es la forma final de las paradojas temporales (...): La persistencia de lo Mismo através de la Diferencia -la misma calle con diferentes edificios, etc...- desacredita el cambio, dado que en lo sucesivo la única transfornación radical imaginable consistiría en poner fin al cambio mismo" (F. Jameson, "Antinomias de la posmodernidad")
ResponderEliminarAsí, no resulta raro su diagnóstico Fisherman: Se empleó el término "contemporáneo" para una música que algunos evolucionistas (Adorno, Schönberg) pensaron futurista. Luego el tiempo se detuvo en el cambio permanente sin evolución ni dialéctica, y aquel pasado es un adorable o deleznable "recuerdo del futuro" que no tuvimos. Saludos.
Lucidísimo post !
ResponderEliminarEn mi opinión las vanguardias son un fenómeno de la primera mitad del siglo XX.
Es verdad Ligeti sigue siendo vanguardia al igual que Hendrix o me animaría a decir Gentle Giant.
Peor aún, en las artes visuales se sigue urdiendo variaciones ad infinitum sobre la obra conceptual de algunos padres fundadores. "The fountain" de Marcel Duchamp es de 1917!
Lo que hemos perdido, creo es la ilusión de linealidad temporal, de historia.
Ya no hay futuro, sólo un eterno presente que regurgita todos los pasados. Cuántas obras nuevas son retro ?
O tal vez, la práctica artística en su conjunto esté pasando por un período manierista o peor aún, rococó (siempre leído desde las artes plásticas) que afecta a todas las artes.
Quizá no seamos contemporáneos de nuestro pasado, sino sus víctima paralizadas. La degeneración del lenguaje ha hecho estragos mediante el hábito de los rótulos. Se habla de música clásica y se impide, así, que también ella sea nuestra contemporánea; es el pasado remoto. Para salir del corset impuesto por "moderno", fue necesario apelar al horrible prefijo post. Alguien inventará un término para lo postcontemporáneo.
ResponderEliminarTal como ha diceho Annie Le Brum, hay un "exceso de realidad", y es allí donde, creo, estamos atrapados. En tanto mercancia, el
arte no puede mantenerse ajeno a las regulaciones impuestas por el sistema.
El futuro está vivito y coleando, entre otros motivo porque sin él no había reproducción del sistema.
Fantástica y muy aguda la reflexión final.
ResponderEliminarSaludos.