martes, 23 de marzo de 2010

Fugaces


En Sputnik mi amor, Haruki Murakami explicita uno de sus credos literarios. Las vidas son como estrellas fugaces. A veces, dos coinciden en un mismo cielo. En Lejos de donde, de Edgardo Cozarinsky, hay una escena bellísima y desolada, en que dos historias se encuentran brevemente, en un lugar de paso, cerrando una tercera, sin que ninguno de sus protagonistas lo sepa. La posibilidad de que ejecutivos de la EMI o de Universal, sellos discográficos que, en Argentina, carecen casi totalmente de política en relación con los catálogos clásico y de jazz, lea estas líneas escritas casi al paso en un café parisino es aún menor que la de la coincidencia de dos estrellas fugaces. No obstante, de ser así, les recomendaría editar o por lo menos distribuir en la Argentina dos extraordinarias publicaciones recientes: el ciclo La bella molinera, de Schubert, por el tenor Jonas Kaufmann junto a Helmut Deutsch en piano (Decca, con una tapa horrible), y las Sinfonías de Brahms dirigidas por Simon Rattle al frente de la Filarmónica de Berlín –lo mejor de dos mundos, el detalle de Abbado y la suntuosidad de Karajan– (EMI, en una edición en tres cds que, aquí, se venden a precio apenas un poco superior al de uno). Otro disco fantástico, aunque ese sí jamás será publicado en la Argentina, ni siquiera en sueños murakamianos (aunque siempre exista Internet para remediarlo) es el dedicado a los 12 Madrigales de Salvatore Sciarrino por los Neue Vocalsolisten, que estrenaron en Buenos Aires su Lohengrin (editado por Col Legno).

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