(Publicado originalmente en Radar, noviembre de 2001)
El bebito pasa por simpático. Algún incauto no dudaría en calificar al aviso de tierno o, peor, “lleno de ternura”. El pequeño niñito, con un aspecto más bien rubión, canta loas a un producto para lavar la ropa. El aviso es, en realidad, el reciclaje de una antigua propaganda –del mismo producto, desde ya– que había patentado como sello el “chuavechito” en lugar de suavecito. La apelación a la idea infancia=mala dicción=ternura acompañaba –en la versión original y en la nueva– a un dibujito de un bebé muy de clase media, con ropita muy de clase media o media-alta; ropita que debe ser cuidada con productos especiales que la dejen especialmente suave.
Lo interesante es la diferencia musical entre ambas versiones del niño chuavechito. En el aviso actual la canción que entona el dibujito –una especie de estrella infantil especialmente precoz– podría asimilarse al género que sus cultores llaman “tropical” y que para los menos familiarizados con algunas sutilezas estilísticas de difícil discernimiento se identifica con el rótulo de “bailanta” a secas. Nada en especial si se tiene en cuenta que ése es el estilo de música más vendedor de la Argentina. Salvo por el hecho de que, a priori, ese estilo no condeciría con el público al que el aviso está destinado. ¿Se trata de un error de marketing? ¿O será que, en la inversión casi perfecta de lo que había sido el sueño del ascenso social a través de la educación, abonado primero por liberales y más tarde por socialistas, la que terminó democratizada fue la cultura de la clase baja?
Si para la Generación del 80 y para las diversas manifestaciones del krausismo, del marxismo e incluso del peronismo ilustrado la cultura culta había sido un bien en sí mismo y el acceso igualitario a ella un objetivo político, pareciera que algunos años de Tinelli en la televisión, Menem en el gobierno y Macri en el poder lograron lo contrario. Ahora, todos los seres humanos son iguales o, por lo menos, tienen iguales posibilidades de acceder a la pobreza (y a sus signos culturales más evidentes). Las viejas teorías sostenían que los ricos estaban mejor educados que los pobres en tanto detentaban el control sobre la educación y la cultura y, en particular, sobre los bienes económicos que permitían su uso. Sostenían también que era necesario alterar esas condiciones para que todos -también los pobres– pudieran disfrutar con la buena música, la buena literatura y, por qué no, los buenos entretenimientos (una comedia musical “de calidad”, música popular “hecha con altura”, una película de aventuras “bien dirigida”).
Hoy los ricos son, en general, más ricos y los que eran más o menos pobres ahora lo son del todo. Pero en algo la sociedad se ha hecho más igualitaria. Proust y Anton Webern no conquistaron a las barriadas populares pero, en cambio, la música que en las casas de buena familia otrora sólo escuchaban las sirvientas se ganó sin dificultades el favor de rugbiers, jóvenes yuppies, encantadoras modelos y promisorios entrepeneurs. Mozart y Beethoven no llegaron a las villas pero la bailanta se apropió de los casamientos en San Isidro y de las fiestas de graduación en los colegios de Belgrano.
Es claro: las viejas teorías se equivocaban y eran víctimas de su propio paternalismo. Los pobres no sólo no consumían la cultura culta porque no podían sino, también, porque no les gustaba. Porque no tenía nada que ver con ellos. O eso al menos fue lo que el relativismo cultural enseñó a pensar. Sin embargo, aún quedan preguntas sin responder. Si no hay un arte mejor que otro, si apenas se puede hablar de eficacias funcionales (una “música buena para escuchar” y una “música buena para bailar”, por ejemplo), si cada expresión obedece a una cultura, si lo que los pobres escuchaban estaba en sintonía con su vida de pobres y lo que oían los ricos era coherente con su vida de ricos, si, en definitiva, era imposible que la cultura de los ricos pudiera seducir a los pobres, entonces, ¿cómo pudo suceder lo contrario? ¿El relativismo funcionó como explicación en un solo sentido? ¿La cultura de los ricos era excluyente y la de los pobres universal? ¿Los pobres terminaron siendo más prestigiosos (y más dignos de ser imitados) que los ricos? ¿Fue una cuestión de culpas? ¿O es que los poderosos abandonaron la cultura culta a su suerte al encontrar que una platea en la cancha de Boca era un signo de distinción mucho más evidente?
miércoles, 3 de marzo de 2010
Los pobres ricos
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Publicado por
diego fischerman
en
8:42
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Excelente.
ResponderEliminarIgual disiento. No sé si se trató de los pobres o más bien de la pobreza. Todos los desarrollos musicales del tango en los años cuarenta apuntaba a un público de gente pobre, empeñada en salir de la pobreza como sea: Mudándose a Buenos Aires, afiliandose a un sindicato, mandando a los hijos al colegio, votando a Perón, etc... y también poniéndose una corbata y un sombrero para ir a la milonga y buscando comprender la lírica de Manzi o Celedonio Flores, para mejor disfrutarla.
Sus hijos hicieronlo mismo con Pescado Rabioso y Mercedes Sosa. La música era parte de la educación, que era parte del pogreso material, y ambas miraban para arriba, porque era posible.
En algún momento (en varios momentos: 1975, 1980, 1989, 1995) el progreso material se cerró, la educación perdió sentido y la música perdió futuro. Todo el mundo aceptó lo que le daban, y si estaba por debajo de su propio nivel, mejor. La gente que vota a Menem y ve a Tinelli se sabe igual o mejor que sus referentes. Con esto TODO el país fue más pobre y se mira para abajo, con temor, con malsana excitación. Se mira "Policías en acción", a Chiche Gelblung en la villa y, también, la "cumbia", que es el password social de la bailanta.
Escribo esto mientras suena insistentemente la alarma del auto de un vecino que nadie apaga, las motos pasan con escape libre y los autos con música a todo volumen. Todos somos más pobres. Saludos, buen post.
Sólo agregaría que, me parece, no sólo se aceptó lo "más pobre" (o "más simple") sino que es un disvalor (una "careteada", un "mandarse la parte") acercarse a aquello que demanda más trabajo su apreciación. Lo cual excede la música y se ha extendido a todas partes (por ej: Bachilleratos en 2 años, Aprenda inglés en 5 clases, etc).
ResponderEliminarExcelente reflexión. Muy logrado igualmente el oximoron "peronismo ilustrado".
ResponderEliminarNo sé si es este el lugar correcto para estampar mi agradecimiento, pero no encontré otro mejor. Siempre este blog me genera un espacio de reflexión interesante, cada tanto entro y leo con gusto las ideas que se exponen.
ResponderEliminarCon respecto a esta publicación opino que es un fenomeno social de imitación y juego por parte de la clase social alta. Un tanto cínico, teniendo en cuenta que se intenta imitar pero jamás ser confundido con el imitado.
Un saludo.
¿Los ricos cambiaron el palco en el Colón por el palco en la Bombonera porque el primero dejó de ser un signo de distinción y el segundo pasó a serlo, o más bien porque los ricos ya no disfrutan (¿alguna vez lo hicieron realmente, como clase?) con esas manifestaciones o productos culturales y sí con los otros? ¿si en público van a la cancha, en privado escuchan Mozart y Jarrett, y leen Lamujerdemivida y Science? Lo dudo. Creo que en San Isidro y en Puerto Madero no suenan Iaies ni Webern, suena Black Eyes Peas, no se lee a Murakami, se lee Gente (es decir, ya no se lee), no se juega a reparar máquinas y aparatos, se juega a la play. Pero porque gusta eso.
ResponderEliminarEs cierto, la cultura culta ya no es útil siquiera para aparentar, ya no sirve para prestigiar nada. Ni siquiera tiene hoy valor instrumental, de ninguna clase, para ninguna clase. El valor lo genera fundamentalmente la utilidad. Vale lo que sirve, lo que sirve para ganar dinero (dinero con el que comprar un auto, no suscribirse a una buena revista). La cultura ya no sirve para eso, y por lo tanto no sirve, y tampoco nadie encuentra ya placer en leer buena literatura ni escuchar buena música (y por buena quiero decir compleja). No han aprendido a disfrutar con ellas, no les (ni se) han enseñado. La cultura ha dejado de ser un valor y de interesarle a la mayoría, la mayoría de los ricos, la mayoría de los pobres.
Exagero, por supuesto. Hay mucha gente a la que sí le importa y que sí disfruta con ella. Lo que digo es que cada vez más es una minoría, en todas las clases.
Pero hay algo, creo, peor. Ya no son solo los alumnos los que no leen: son los profesores. Ya no son solo los oyentes los que no escuchan buena música: son los periodistas. Yo he descubierto muchísimos músicos, escritores y pensadores científicos gracias a que me fueron señalados por profesores y periodistas o gente en los medios (en los más variados foros: no solo en revistas o programas culturales específicos, también en programas o medios gráficos de "interés general", o de política, o lo que fuera). Temo que hoy cada vez más, los que están en posición de señalar, señalan hacia Shakira y no hacia Ravel o Grela. Y no por obligación contractual: porque les gusta.
Coincido plenamente con el post y los comentarios.
ResponderEliminarIgnatius, que supongo sabrá que su amado Boetius tiene una excelente libro sobre música; acotó una idea reveladora.
Que la cultura ha dejado de ser funcional a las clases altas.
Postulo una teoría un poco más allá, las clases altas nunca fueron cultas, la riqueza y la cultura no sólo son sucesos independientes sino que a veces se contraponen.
Pero por herencia o circunstancias históricos en algún momento la "cultura" fue funcional a los que detentaban riqueza. Pero en el fondo siempre hubo una ignorancia profunda.
Al estallar la monocultura impuesta por el neocapitalismo globalizado, se buscó el mínimo común denominador, el producto más fácil de vender.
Entonces, la cultura que decididamente no es un "producto", perdió la poca jerarquía que le quedaba y dejó de ser una "fuente de estatus". Dejó de ser funcional a la riqueza y al poder.
Para Macri es infinitamente más redituable políticamente aplaudir un gol de Palermo en la Bombonera que "Juana de arco en la hoguera" de Honegger en el Colón.
Que ni la debe conocer, mirá.
Propongo "Martín Palermo en la hoguera". No sé si le interesaría a Macri pero yo suscribiría con cualquier formato: oratorio dramático, ópera buffa, sinfonía coral, representación con marionetas o, lo mejor de todo, teatro mímico (creo que hay una sola cosa más abominable que el hambre en el mundo y los trencitos en las fiestas de casamiento: los mimos)
ResponderEliminarCuidado, Diego, porque los mismos que hoy en día prefieren a Calamaro antes que a Andreas Scholl o Neil Young pueden malinterpretarte con eso de "ópera buffa". No sea cosa que termines denunciado al INADI.
ResponderEliminarEs notable como la rústica afición boquense, para defender a sus toscos ídolos recurre a las descalificaciones más buffas, digo más burdas.
ResponderEliminarEsse est percipi, descubrió Bustos Domecq después de un paseo por Núñez. Si no podemos ser populares por nuestras políticas, tal vez podamos serlo por nuestros gustos. Es decir, aprovechemos nuestros gustos para hacer populares nuestras políticas, habrá pensado alguien.
ResponderEliminarY ahora hablando en serio, es claro que lo dicho antes se aplica fundamentalmente a la rústica afición boquense: mientras otros combinados tratan de demostrar que el fútbol puede ser un sofisticado ballet, el combinado xeneize se empeña en desmentirlo.
Entiendo que establecer vínculos entre Macri y Boca (digámoslo de una vez) es fácil. Pero si uno se pone a buscar, los vínculos entre las distintas aficiones –todas ellas distinguidas, que quede claro– y sus propios demonios los va a encontrar: Racing y el Tirano Prófugo, Argentinos Jrs. y Suárez Mason, Estudiantes y Berón. El recurso, en todo caso, es fácil e inconducente, por no decir resentido. Podría nombrar a muchos prohombres de nuestra patria que corearon con voz torva los himnos dominicales boquenses (Sarmiento, creo, fue uno de ellos). Pero callo y remito a los sin duda también distinguidos lectores de este prestigioso blog a aquella frase que dio la vuelta al mundo, proferida por el actual entrenador de la escuadra nacional, cuando invitó a los periodistas a que continuaran ya no recuerdo qué libación.
ResponderEliminarNo alcanzo a ver si la denuncia de Fondebrider es de índole epistemológica o estética, se me escapa si el dictamen, por fácil, no puede ser verdadero o elegante (o ambos). Nadie dijo, por otra parte, que esa sea toda la verdad. Aún así, admito la pobreza del recurso.
ResponderEliminarRespecto de los ejemplos citados, salta a la vista que no son análogos: todos fueron, acaso con ostentación, aficionados a un club; uno solo presidente. Particularmente notable es el del Primer Educador, al que se le atribuye la proeza de haber emitido consignas en alabanza de un club fundado diecisiete años después de su muerte.
Finalmente, no entiendo por qué todos los lectores del blog deberían libar por los agravios de algunos, aunque me complace ver cómo se hermana la afición xeneize, más allá de la agudeza o rusticidad de las frases, en el uso de los mismos conceptos.
Apenas un par de aclaraciones. Tan grande fue Sarmiento que, aun cuando debieron transcurrir diecisiete años de su muerte para que se fundara Boca Jrs., él, desde mucho antes, ya vivaba esos colores presintiendo la existencia del club (cfr. las buenas relaciones mantenidas en esos años por nuestra incipiente república con el reino de Suecia). No debería sorprender entonces su ubicuidad. ¿Acaso muchos años después su espíritu no descendió sobre Enrique Muiño en "Su mejor alumno"? ¡Loor y gratitud, honra sin par!
ResponderEliminarEl Tirano Prófugo fue presidente de este país no una, sino tres veces, por lo que no le quedó tiempo para Racing. Pero la suya fue una buena excusa para desatender al club de sus amores.
Suárez Mason tal vez habría podido ser presidente de Argentinos Jrs. alguna vez.
Berón (hijo), que duda cabe, seguramente alguna vez presidirá Estudiantes.
Pasarella ya preside todos saben qué cosa (al igual que en la saga de Harry Potter, no puedo nombrar a ciertos personajes o instituciones).
Éstas, Ignatius –y ojalá el seudónimo no se refiera al personaje central de "La conjura de los necios", aunque eso explicaría muchas cosas–, son verdades que no se pueden soslayar.
Por último, en el calor del combate usé un injustificado plural –lo admito–, por lo que me disculpo, aunque supongo que se habrá entendido que la invitación iba dirigida sólo a aquellos lectores cerrilmente anti-xeneixes, quienes movidos por el rencor y el resentimiento confunden una idea de "la belleza" con la mera belleza. Yo les digo, invocando al bardo uruguayo y remitiendo nuevamente al terreno musical –que es el objeto de este blog– que quien nació para pito no llega a trompeta.
todos los ricos son los mejores
ResponderEliminarTita del Carril (QEPD), falsa (self-styled) duquesa de Tamames y presidenta, en vida, de la Asociación de Amigos del Teatro San Martín, organizaba beneficios de entrada costosa adonde la atracción principal era la Mona Giménez... La cosa no es nueva.
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