Grazyna Bacewicz
Pasé unos días en Montevideo. Allí vi el estreno de
Eugene Onegin, en la versión que ya se había presentado en el Argentino de La Plata y que este teatro coprodujo con dos teatros de Polonia, la Opera de Bilbao y el SODRE. Y, también, ademas de pasear y tomar cerveza Patricia, conversé brevemente con el director musical de la puesta, Lukasz Borowicz, actual conductor principal de la Orquesta de la Radio de Varsovia y nueva estrella emergente de lo que bien podría considerarse el margen del margen: las ediciones clásicas de sellos como CPO, Chandos y Naxos que buscan recorrer los terrenos aún no cultivados de un huerto que otros se apresuran en abandonar. Su discografía incluye, entre otras cosas, la integral de la obra sinfónica de Andrzej Panufnik para CPO, el
Concierto para piano No. 4 de Franz Xaver Scharwenka para Naxos y los conciertos para violín y orquesta de Grazyna Bacewicz para Chandos, junto a la violinista Joanna Kurkowicz. Y, precisamente, esta compositora, prácticamente ignorada en todo el mundo menos en Polonia, está convirtiéndose en uno de los nuevos fenómenos del menguado mercado clásico. El propio Borowicz estrenó su ópera breve
Las aventuras del Rey Arturo y el genial pianista Krystian Zimerman acaba de dedicarle un disco en donde interpreta su
Sonata No. 2 para piano y, junto a Kaja Danczowska, Agata Szymczewska, Ryszard Groblewski y Rafael Kwiatkowski, los
Quintetos para cuerdas y piano Nos. 1 y
2. Nacida en 1909 y muerta en 1969, primera violinista de la Orquesta de la Radio de Varsovia y discípula de Nadia Boulanger, su música, extraordinariamente solvente en lo técnico aunque lejos de lo que fue la famosa vanguardia polaca de los sesenta (toda una marca en sí misma, que incluía a Penderecki, Lutoslawski, Serocki y Gorecki) circula alrededor de una estética que remite a Bartók y Szymanowski pero con un llamativo lirismo y características sumamente originales en el uso de materiales populares.
No tiene nada que ver con el artículo sino con la hora y el día del comentario. ¡Ahora sí que cagamos!. Sé que no publicás malas palabras pero vale la pena porque es profundamente sentida (y compartida según creo).
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