miércoles, 4 de noviembre de 2009

Jazz Sebastian Bach


El título Jazz Sebastian Bach es el de un disco de los Swingle Singers, de 1963. La versión de la Sinfonía de Berio, el viernes pasado, en el ciclo de música contemporánea del San Martín, me llevó a escuchar de nuevo a aquel coro de cámara que fue protagonista del estreno de la obra (y también de su estreno en Buenos Aires, en 1973) y que, con sus veloces tarareos, imitados hasta el hartazgo, definió como pocos una época. Escuchaba, también, el segundo de los volúmenes dedicados por el pianista Murray Perahia a las Partitas de Bach, que acaba de ser editado localmente y cuyas exegéticas críticas ya había leído en revistas europeas. La asociación con el pianismo de John Lewis –que también interpretó a Bach– y con el estilo contrapuntístico del Modern Jazz Quartet es inevitable. Escuchando a Perahia se escucha, como en todas las grandes versiones de las Partitas (Martha Argerich de la Segunda, en Do Menor, Trevor Pinnock en su segunda integral, para el sello Hänsler) algo jazzístico. Algo que explica la fascinación del jazz por Bach: los contratiempos, las síncopas, el avance casi en el aire de una voz contra otra que, como el walking del jazz –o de Piazzolla– la sujeta. Y en esa cadena de asociaciones entra un pianista más y otra escucha reciente: Jarrett y Testament, su fenomenal último triple, en vivo en París y Londres. Sus producciones anteriores, la mayoría con grabaciones de hace unos años, parecían una meditada, perfecta despedida. Éste, con registros del año pasado, muestra que Jarrett no sólo puede empezar de nuevo, desde un lugar distinto, sino que sigue siendo, a pesar de todo lo ya dicho durante unos treinta y cinco años particularmente fecundos, quien más tiene para decir. Y también allí, en el fondo, junto a Paul Bley, Denny Zeitlin o Bud Powell, está, por supuesto, Jazz Sebastian Bach.

2 comentarios:

  1. El jazzismo en algunas interpretaciones de Bach es un tema formidable, por los motivos que señala Diego, sin duda, pero también, creo, por esa libertad con que puede ser encarada la obra bachiana para teclado.

    En el rincón opuesto están Jarrett y su derrape con los 24 Preludios y Fugas Op. 87, de Shostakovich. Parecería que don Keith quedó atrapado en la escritura de don Dmitri, sin margen para una interpretación "alla jazz".

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  2. No hay olvidarse la existencia en la época de Bach de no tocar como está escrito (notas "inegales" al modo francés) y la ubicuidad de la improvisación como recurso musical. Buena parte de las obras de Bach para organo pueden ser zapadas anotadas.
    Esta idea viene del temprano barroco cuando, si maln o recuerdo Zarlino habló en un tratado de los "affetti intrinsiche" de la música, lo que está escrito la parte del compositor; equiparándolos en importancia con los "affetti extrinsiche" el aporte del intérprete.
    Dicho aporte del intérprete, que aparece en escena por primera vez; puede ser a nivel de dinámica (que no se escribía), a nivel de desfasaje de tempo, de ornamentación o lisa y llanamente de improvisación.
    Es excelente ir hacia Bach desde el jazz, retroceder en el tiempo, pero mejor aún me parece ir hacia Bach desde el Renacimiento y tempranisimo Barroco porque tienen mucho pero mucho en común con el enfoque "jazzy".
    Youtubeen, perdón por el anglicismo; sino a L'Arpeggiatta y Philippe Jaroussky haciendo Oimé chio cado.

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