viernes, 14 de mayo de 2010

Aplausos


En la pasada función para invitados, en que en los hechos se estrenó el Teatro Colón con su platea remozada, la Orquesta y Coro Estables, junto a un grupo de solistas y con la dirección de Carlos Vieu interpretó la Sinfonía No. 9 de Beethoven (demostración práctica del excelente libro de Esteban Buch sobre los usos de esta obra). Más allá de un conato de discusión acerca de la acústica, por ahora improcedente dado que la cámara acústica utilizada no fue la que se usará en el futuro, la nutrida asistencia PRO de jóvenes de pelos lacios con trajes grises mostró una conducta hasta ahora nueva. Con frecuencia, y distintos grados de indignación, se registra, cada vez que un público popular o no habituado asiste a conciertos de música artística de tradición europea y escrita, el hecho de que se aplauda al final de los movimientos de una obra, sin esperar su conclusión. Esta vez, el horror al vacío, la compulsión al aplauso de un público habituado a batir sus palmas frente a los ocasos en Punta del Este (el Sol agradecido, desde ya, redoblará sus esfuerzos en futuros atardeceres) o el simple desconocimiento de la obra –remarco, la Sinfonía No. 9 de Beethoven y no Nymphea de Kaija Saariaho– logró un hito: aplausos en el medio de un movimiento. En concreto, en el último, después de la primera entrada del coro y antes de la "marcha turca", se aplaudió. Es posible que a los ultraocupados funcionarios macristas les pareciera que ese era ya un buen momento para ir terminando. De hecho el Señor Jefe de Gobierno se retiró bastante antes de la finalización. Lo que me lleva a una última consideración: la constatación de su pereza. Obviamente me gustaría que a él le gustaran las cosas que a mí me gustan y considerara importantes las que a mí me lo parecen. Pero sé que no es así y, por otra parte, ni está obligado a conocer las sinfonías de Beethoven ni, mucho menos, a disfrutarlas. Pero sí está obligado a hacer su trabajo. A mí me aburren horriblemente las fiestas de casamiento y si quien se casa es la hija o el hijo de un amigo, me la banco hasta el final. Parte del trabajo de Macri es asistir al Teatro Colón. Como lo era ir a las sesiones de la Cámara de Diputados cuando había sido electo (y cobraba un sueldo) para hacerlo. Sé que lo hará mal, es apenas el ex presidente de un club de fútbol. Pero debe hacerlo.

2 comentarios:

  1. Hace poco, Alex Ross dictó una conferencia en la que, entre otras cosas, sugería la abolición lisa y llana de la regla que prohíbe los aplausos entre movimientos. No para reemplazarla por una inversa obligación de aplaudir en cada pausa, sino para promover una suerte de "espontaneidad" en la forma en la que el público (y sobre todo los propios artistas) abordan determinadas obras. El nudo del asunto sería que, con las actuales reglas de etiqueta de la música "clásica", todas las obras resultan equiparadas, cuando en realidad obras diversas exigen modos diversos de escucha e interpretación. No me extiendo en el asunto porque se puede leer el texto de Ross aquí (http://www.guardian.co.uk/music/2010/mar/08/classical-music-applause-rule-obama) y porque prometo una traducción al español en breve. Lo que sí me animo a afirmar es que la propuesta de Ross (que tiene algo de polémico y que de hecho generó un módico escándalo) tiene poco de "populista" o de ánimo condescendiente. En todo caso, Ross inicia su presentación con una anécdota de Barack Obama que le da la razón a lo que comenta Diego acerca de algunas obligaciones de los mandatarios. Claro que, en el caso de Macri, bien podría ser que su retirada anticipada del Colón haya tenido que ver con algunas de sus actuales preocupaciones: tal vez estaba demasiado cansado después de declarar ante un juez durante seis horas (¿cuántas "novenas" se pueden escuchar en ese tiempo?) Eso sí: si Macri demostró tener un vocabulario que le permite mantener una conversación durante seis horas, eso sí que parece digno de un aplauso...

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  2. Gustavo, no es Alex Ross, sino Axel Ross. Yo sabía que además de liderar a los Guns'n'Roses tenía otros hobbies, pero no el de escribir. Supongo que por eso no le molesta que se aplauda entre movimientos, costumbre que observé no tienen los bosquimanos cuando para ellos Yo Yo Ma interpreta a Bach, lo que nos lleva nuevamente al tema de las escuchas y a su clasificación entre legales e ilegales. Qué cosa, ¿no? Bueno, digo.

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