sábado, 22 de mayo de 2010

Gobernando por un sueño











Lo primero que se aprende en la facultad es la jerga. Aunque más no sea la de las asambleas. Dos funcionarios, uno pasado y otro presente, ambos con títulos universitarios a cuestas, carecen llamativamente de ella. Ni el abogado Carlos Menem habla como tal (es más, comete errores legales que sus estudios no deberían permitir) ni el ingeniero Mauricio Macri delata en sus maneras el paso por los claustros. Más bien, uno y otro han exhibido o lo hacen en la actualidad sus verdaderas fuentes. Cuando el ex presidente consideró que las encuestas significaban un resultado eleccionario de por sí, sin la necesidad (ni la molestia) del sufragio, reveló que en su concepción del mundo los medios de comunicación lo eran todo. Es decir, para alguien formado por horas y horas de televisión, no había diferencia alguna entre lo que ese medio pudiera asegurar y una realidad que, en rigor, aún no había sucedido (ni llegó a suceder jamás). Para él, si la televisión decía que perdería, el completamiento del proceso eleccionario, con la debida segunda vuelta, era innecesario.
La confusión del Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires no es menor. Sólo alguien educado por los reality shows y por un medio que, ya desde su constitución y de aquellos remotos e ingenuos chismes de revistas como Antena o TV Guía, basa su existencia en la publicación de lo privado, puede ignorar como lo ignora los límites entre sus gustos personales (como cuando se retiró aburrido de la ejecución de la Sinfonía No 9 de Beethoven) y la función que ejerce. Sólo para la televisión (y para su público, si no es críticamente reflexivo al respecto) lo privado y lo público son lo mismo. Sólo para la televisión y los que se han formado exclusivamente con ella, es posible el argumento de que algo que se dijo –es decir que se hizo público– no tenía el peso de lo público sino que era privado. Sólo alguien cuya enciclopedia total no excede lo aprendido en las horas de exposición a alguno de los programas de Tinelli pude decir, suelto de cuerpo, que no le gustaría sentarse al lado del marido de la presidente (que de paso es un ex presidente, aun si en opinión del funcionario se trata de un ex presidente malo y un marido todavía peor) y, después, sorprenderse (o actuar su sorpresa) frente al enojo (también actuado, desde ya) y la respuesta de la funcionaria, que lo libera de tan mal trago durante la reinauguración del Colón, para entonces llamarla intentando decirle (la presidente no lo atendió pero lo que le hubiera dicho en privado también se hizo público) que deben situarse por encima de sus rencillas y comportarse de acuerdo con su investidura. Para decirlo de otra manera, si lo privado se hace público, ¿cómo saber cuándo se trata de algo público? Y, en el caso particular de Macri, ¿en qué momento lo que siempre hizo público dejó de ser privado? ¿Tal vez espiar a un pariente con fondos públicos corresponda al mismo tipo de confusión?

1 comentario:

  1. Supongo que la confusión que tan bien describís se puede asociar también a que Macri está acostumbrado a desempeñarse publicamente como empresario privado.

    Sus relaciones públicas han de haber sido, fundamentalmente, con subordinados y no con electores. Quizás por ello se desconcierta tanto al ver que tiene opositores políticos, que no le dan la razón, lo atacan y señalan sus errores.

    La gestión pública no requiere únicamente del concurso de las buenas voluntades de sus subordinados, sino, fundamentalmente de la negociación entre actores con intereses distinto en el contexto de complejas relaciones de poder.

    En la esfera pública, sí hace la diferencia saber expresarse correctamente; sí tiene repercusiones el desdén con que uno trata a quienes piensan diferente; sí hay oposición.

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