martes, 31 de agosto de 2010

Suma cero


Los juegos de "suma cero" son aquellos en que hay una cantidad limitada y fija de elementos sobre la mesa (cartas, fichas, etc) y los que un jugador gana son, necesariamente, los que otro pierde. Si un contrincante acaba con veinte cartas más que las que tenía, indefectiblemente el otro (o los otros) tendrán veinte cartas menos. La suma entre lo que uno ganó y lo que el otro perdió (+20 - 20) es, obviamente, igual a cero. Las administraciones de los presupuestos son juegos de suma cero. En el plano doméstico lo que se destine a una salida de fin de semana no se podrá gastar en un electrodoméstico y lo que se gaste comprando discos de jazz en Minton's se estará restando (oh cruel destino) de alguna otra cosa. Y en el campo del Estado, lo que se asigne a Educación no se podrá destinar a un mismo tiempo a Defensa. En cualquier caso, una elección lo es siempre de dos cosas a la vez: el objeto en cuestión y su costo (no necesariamente monetario). Elegir una mujer es, al mismo tiempo, elegir aquellas con las que no se estará (en términos generales, digamos); elegir un trabajo es decidir aceptar sus desventajas (con las ventajas nunca hay problemas) y optar por cinco delanteros (es decir por sólo cinco defensores) no es elegir, como podría pensarse, ganar por muchos goles sino, más bien, perder de manera calamitosa si es que un equipo contrario ataca, lo que, en algunos casos, resulta bastante predecible.
Ayer escuché un maravilloso Requiem de Verdi en versión de la Orquesta y Coro de la Scala de Milán, con dirección de Daniel Barenboim. El mismo equipo también brindó una interpretación superlativa de Aída, del mismo autor (que repetirá hoy a la noche). Más allá de matices –algún vibrato demasiado pronunciado para el gusto de alguno, algunos momentos demasiado estentóreos– fueron versiones de calidad incuestionable. No hay dudas, tampoco, de que es bueno que una ciudad pueda tener acceso a acontecimientos de esta índole que, además, conllevan un notable peso simbólico (La Scala homenajea al Colón en su reapertura y todo eso). Pero hay un punto que retomo y cuyo debate me parece deseable. El costo de esta visita es de seis millones de euros. Su resultado son tres conciertos, a los que asisten unas 8.500 personas que pagaron entre trecientos y 1200 pesos su entrada. No interesa aquí comprobar la imposibilidad de la recuperación del costo (eso no sucede nunca y la elección de sostener un teatro oficial no se hace, ni debería hacerse, en función de esa variable). Y no se trata tampoco del argumento populista de cuántos tomógrafos pueden comprarse con ese dinero, porque se parte de la base de que los gastos de Salud, o de Educación, están contemplados de manera eficaz en sus respectivos presupuestos (y si no fuera así se trataría de otro problema) y de que es bueno que haya un generoso presupuesto para cultura. La cuestión es otra.
El Teatro Argentino de La Plata está produciendo muy buenos espectáculos de ópera (Ainadamar o Giulio Cesare in Egitto, por ejemplo) a un promedio de 800.ooo pesos por título. Suponiendo que al Colón las producciones le salieran un poco más caras y que recurriera a elencos con una proporción mayor de estrellas internacionales o nombres consagrados de la puesta en escena (no como García Caffi, claro), esos seis millones de euros alcanzarían para unas treinta producciones locales. La visita de la Scala no redundó en clínicas o clases magistrales a los músicos y coreutas locales y ni siquiera hubo asientos reservados para que los integrantes del coro y orquesta estables del teatro asistieran a tan imprescindible lección. Tampoco se buscó el intercambio o el enriquecimiento mutuo que podría haber surgido de un trabajo conjunto o, aunque más no fuera, de que Barenboim y algunos de los solistas de la orquesta de La Scala trabajaran durante una semana con la orquesta local y brindara un concierto final al frente de Coro y Orquesta del Colón. Sólo se buscó un gran concierto, para los afortunados que asistieron, en sintonía con una idea de cultura centrada sólo en el consumo (y no en la producción). Buenos Aires sería, según esta concepción un poco anticuada, una gran ciudad cultural sólo por el hecho de sostener con sus fondos una institución que posibilita a ocho mil afortunados gozar de las expresiones más altas de la cultura universal. No estaría bien que el Colón no buscara satisfacer a ese público (o que, desafiante, buscara en especial no satisfacerlo). Lo que no parece a tono con la época, ni con las estrecheces de la cultura oficial en otros ámbitos –uno podría calcular que esos treinta millones de pesos que costó La Scala son precisamente los que le faltan al San Martín para funcionar como lo había hecho hasta hace poco– es que el Colón tenga esa satisfacción y ese fasto como única meta. Y, claro, a cualquier precio. Nadie niega el valor de un Rolls Royce. Pero, a veces, no es el momento para tenerlo. E, incluso, si ese maravilloso auto no puede usarse todos los días, si ni siquiera sirve para llevar los chicos al colegio o para irse el fin de semana a Paraná (no vaya a ser que se arruine), otros autos serían, además de más baratos, mejores en relación con los beneficios que podrían aportar a esa comunidad en particular.

8 comentarios:

  1. No sé si es exactamente un juego de "suma cero".
    En un juego de suma cero, el sistema debe ser cerrado. Pero el Estado no es un sistema cerrado... Ni siquiera en el caso de la antigua URSS, mucho menos la China actual; y (siguiendo con los ejemplos negativos) tampoco Cuba (pese a ser una isla, no está aislada económicamente).
    abrazos,
    PC

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  2. En rigor los presupuestos estatales son prácticamente cerrados en tanto lo que se destina a un fin definitivamente no se destina a otro y donde las hipotéticas entradas de dinero por patrocinios, pubicidad, recupero por venta de entradas, etc, son contadas desde el principio como parte de lo que se tiene para gastar. El Colón sabe con cuánto cuenta por año. Dentro de su presupuesto quienes programan saben que si en un título gastan el doble que el promedio, en otro deberán gastar la mitad. Y por fuera –pero dentro del presupuesto de cultura– es obvio que el sobregasto en el que incurrió para poder inaugurar el Colón después de haber paralizado todas las obras durante más de un año y para poder mostrar una "programación de excelencia· salió de algún lado. La desfinanciación del San Martín, por primera vez en su historia, parece en ese sentido por lo menos sospechosa.

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  3. ¿Para qué producir cultura si es más fácil comprarla hecha (sobre todo con dinero público), y da más rédito mediático? Lo importante es que la gente se persuada (aunque no sepa muy bien por qué) de que Barenboim y la WEDO en la 9 de Julio y la Scala "son primer nivel", como repetía exaltado ante cada micrófono el subgerente Larreta (este gobierno ahorra hasta en preposiciones). La noticia es la Scala y Barenboim en el Colón, los medios no hablan de lo que no sucedió, ni de lo que podría haber sucedido (de lo que se ocupa este post), a nadie le interesa el nulo intercambio entre las orquestas contratadas y las locales, ni las inexistentes treinta producciones locales posibles; lo que queda es que vino Barenboim. Con no menos sutileza que Larreta, el subgerente Lombardi se complacía: "cuanto más buscamos la excelencia, mejor nos va" (textual). Hay que avisarle a la gente, declamándolo, que el espectáculo que vio (o leyó) es excelente, y que por transitividad es excelente también el gobierno que lo contrató; no vaya a ser que no se de cuenta de lo primero, y no se crea lo segundo. Y la excelencia se compra, no se construye. Gobierno de los gerentes, decadencia de las élites (de Victoria Ocampo a Adrián Suar), tercerización de la cultura, la política y la economía. Qué bueno está Buenos Aires.

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  4. Me permito sugerir que la suma da, en realidad, menos que cero. Entre otras cosas, porque no son ocho mil afortunados los que pudieron asistir a las funciones de La Scala. O sí, pero por otras razones: casi el 75% de la capacidad de la sala no se puso a la venta (como informa el sitio oficial del Teatro) porque, puesto que fueron muchos los sponsors que aportaron parte del dinero que financió las presentaciones, ese 75% de localidades que no se vendieron fue puesto a disposición de las empresas para sus invitaciones. O sea que, incluso si algún aficionado a la ópera, algún curioso, algún interesado en escuchar esa ultrapromocionada visita de grandes artistas quiso gastar sus ahorros en un par de entradas, lo más probable es que no haya podido hacerlo. Como cada vez que se ven lugares libres en conciertos con entradas agotadas, algunos de los invitados no fueron. Otros que sí fueron, como Mariano Grondona y Elisa Carrió, denunciaban ante las cámaras que era una vergüenza que la presidenta no haya asistido. Yo me animo a contestarles que es más vergonzoso que no hayan podido asistir muchos músicos y habituales concurrentes al Colón que se encontraron con apenas un par de lugares disponibles, mientras que la gran mayoría de las butacas eran ocupadas (o ni siquiera eso) por empresarios y muchachitos PRO. Porque entonces lo único que deja la visita de La Scala, como bien señalás, es el dato estadístico. Pero claro, no creo que tengamos que sorprendernos: este tipo de situaciones está en perfecta sintonía con el mensaje transmitido el día de la función re-inaugural del 24 de mayo.

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  5. Yo creo que lo mejor sería poner poner los tomografos que no se compraron en el escenario del Colón y usar el CETC como estacionamiento de ambulancias. El Hospital de Ninos, claro, en el Sheraton Hotel. A la Scala se la podría mandar a actuar en Caminito y a los tanos les daría un vale para que coman choripán en la cancha de Boca (lo cual, seguramente, los llevaría de nuevo a los tomografos especialmente dispuestos sobre el escenario del Colón. La operación suma cero.

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  6. Por tu culpa ire a gastar el sueldo en Minton's... gracias...!!!

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  7. Pienso lo de la suma 0 y desde lo político no es suma 0: no se puede hacer la reducción -1 +1=0, por esas cosas maravillosas de ser ambas distintas y contrarias al mismo tiempo,irreductibles y no sintetizables una en la otra tal como está estructurada la primer parte de la nota. Y, creo, el problema de fondo va a seguir radicando en que mientras se gasten 30 millones de pesos en 3 días para menos de 8500 personas del sector más beneficiado de la sociedad, hay menos plata para otras instituciones artísticas, educativas o de salud.
    Pero dejando de lado lo del presupuesto, creo que como un hecho aislado, aún no compartiendo la decisión, una ciudad tiene resto para tolerar UN lujo o gasto desmedido si valora que de eso puede obtener algo además de transitorio, duradero (hecho que demuestran gustavo y diego al ver el desaire hecho a los artistas locales que tampoco hicieron).
    Pero ese desbalance sostenido en el tiempo no es tolerable: se quiebra la relación que hasta ese momento se sostenía. Desfinanciar al SAn MArtín es eso; el costo artístico, edilicio y de cuadros de eso es inconmensurable y, hacia lo pasado, irrecuperable. El ministerio de cultura es tan el san martín como lo es el colón (aceptando también los correspondientes problemas que conlleva sostener semejantes estructuras con un presupuesto limitado).
    El -1 es vacío del estado hecho por el estado mismo y nos hace a todos mucho más pobres. Y para colmo, después habilita a estos discursos de que el estado es ineficiente por lo tanto el privado lo va a hacer mejor (justamente por haberlo desbaratado antes)y de paso en el camino dilapidar en unos pocos resursos ya de por sí muy escasos por estas latitudes. brindo con vos, ignacio, está re bueno bs as.
    natalia

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  8. Para empezar, la actuacion de la Orquesta y Coro de Alla Scalla ha sido producto de compromisos asumidos hace mucho tiempo, con lo cual me cuesta creer que se haya "desfinanciado" el TGSM por haber contratado a dichos artistas para brindar tres maravillosos conciertos en el Colón. Considero que está muy bien que se traiga a artistas de la mayor jerarquía, pero al mismo tiempo deberían financiarse todas las iniciativas culturales que amerita una ciudad como Buenos Aires. Lo que no podemos esperar, es que alguien que jamas pisó un teatro pueda comprender el valor que tienen estas expresiones artísticas para la población. La falta absoluta de exposición de los que deciden, al arte dramático, lírico, musical, etc, llevan a su opción, equivocada por cierto, de desfinanciar dichas manifestaciones, prejuiciosamente tildadas de "elitistas", a la vez que otras, oportunísticamente consideradas mas "populares" reciben fondos muchas veces millonarios.

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