domingo, 6 de marzo de 2011

Absurdo



 Fotografía exclusiva de la orquesta contratada para el estreno de la ópera El gran macabro, de György Ligeti.










El compositor Francisco Kröpfl me explico una vez que la historia de la música podía leerse como la de una creciente materialidad del timbre. ¿Qué quería decir eso? Que lo que en un comienzo era la vestimenta, más o menos intercambiable, de una música, concebida en abstracto, más allá de sus características sonoras, fue haciéndose más y más esencial. Podía pensarse, decía, una sonata de Bach tocada por violín o por oboe, o incluso una obra sinfónica de Beethoven o Schumann "reducida" al piano y sentir que la obra seguía estando allí aun cuando fuera obvio que algo perdía. Brahms transcribió toda su obra orquestal para dos pianos y Stravinsky llegó a hacer una versión para dos pianos de La consagración de la primavera, para tocarla en concierto junto a su hijo Sulima. Pero, decía Kröpfl, no podía pensarse en una versión para piano de Atmósferas, de György Ligeti. En ese caso, como en mucha de la música compuesta a partir del siglo XX, el timbre, y junto con él las densidades, las texturas, han dejado de ser vestimentas (arreglos, para tomar una palabra todavía en uso en el campo de las músicas de tradición popular) y se han convertido en la propia obra. En estos días, y ante la incapacidad para resolver un conflicto gremial que ha ganado dimensiones épicas, el Teatro Colón, es decir su dirección, encarnada por Pedro Pablo García Caffi y una pequeña corte conformada por ex preparadores de ópera y maestros internos –Reinaldo Censabella, Esteban Gantzer y el promisorio compositor residente de la casa, Mario Perusso– barajaron la posibilidad de contratar una orquesta extranjera y, luego, la de estrenar –sin por ello bajar un centavo el precio de las entradas, superior a los mil pesos en el caso de la platea– El gran macabro, de Ligeti, acompañada al piano. Escribí en su momento, no sin cierto éxito entre los amigos, que eso era más o menos como Deep Purple tocado por un conjunto de flautas dulces. Se ve que los atentos directivos del Colón lo leyeron porque el viernes pasado el maestro Censabella comunicó a la gente de La Fura dels Baus –responsables de la puesta cuyos ensayos, hasta ahora, han sido más mudos que película de Buster Keaton– que se prepararan para estrenar (cosa que a todas luces no sucederá en el previsto 29 de marzo– con la música tocada por dos pianos y percusión. Ahora sí que mostraron comprensión de la naturaleza musical de la obra.

7 comentarios:

  1. Se me ocurren otras soluciones: una es aprovechar la visita de Ozzy Osbourne, ideal para una ópera que se llama "El gran macabro". Otra es usar música de AC/DC. Al fin de cuentas, el truco de la muñeca gigante en el escenario lo inventaron ellos con "Whole Lotta Rosie"...

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  2. "Estoy trabajando en una reducción de la Tetralogia para trompeta y guitarra. Se subtitulará Tetrabrik."

    El Capitán Perusso y Belladonna

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  3. También sería interesante que "el gran macabro" se convierta finalmente en una obra conceptual construída con esos "restos" de materialidad simbólica que van desde la música, a los comentarios, las noticias, y la foto de la muñeca gigante, que andan dando vueltas por los medios de comunicación.
    De hecho, parece mas posible ese camino que su reprentación efectiva en el escenario del teatro colon en el mediano plazo. (ojala me equivoque igual, porque sinceramente me gustaría verla representada en el escenario... pero a lo que voy es que esto que está pasando ya es un modo de representacion particular de la obra :))
    Ademas el título de la ópera se vuelve sujestivo si se lo pone en relación con la encrucijada histórica de conflicto que implicará sus condiciones de representacion. Veremos que pasa... :)

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  4. Quiero manifestar que la foto induce a error. En algún punto se dice que en el Colón va a esar Deep Purple en versión flautas dulces, pero nada se dice de que se vaya a usar la misma formación para "El Gran Macabro". ¿En qué quedamos? Ah, saludos a Bartolo.

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  5. La foto de Bartolito es lo que podríamos llamar una prospección, tal vez una ucronía, una reducción al absurdo, una puesta en abismo, diría algún colega alumno de Panesi en algún momento de su carrera -del alumno o del maestro, ambas presumiblemente dilatadas– o un simple chiste.

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