Escribe Antonio Gramsci:
La música de Verdi, o más bien sus libretos y los argumentos a los que ha puesto música, son responsables de un amplio rango de poses "artificiales" en la vida de la gente, de maneras de pensar, de un "estilo". Quizás "artificial" no sea la palabra correcta porque entre las clases populares esta artificialidad asume formas ingenuas y mutantes. Para muchos legos, el barroco y lo operístico se presentan como una extraordinariamente fascinante manera de sentir y actuar, un medio de escapar de lo que consideran bajo, vil y despreciable en su educación y sus vidas para poder entrar así en la selecta esfera de los grandes sentimientos y las pasiones nobles. Las novelas seriales y las lecturas populares aportan los héroes y las heroínas. Pero la ópera es la más contaminante porque las palabras musicalizadas son más fáciles de recordar y se transforman en matrices donde el pensamiento adquiere forma a partir del flujo. (En
Cuadernos de la cárcel, México, Universidad Autónoma de Puebla).
Pienso: Qué tiempos aquellos, cuando alguien podía considerar baja, vil y despreciable parte de su educación y de su vida y añorar "una selecta esfera de las grandes sentimientos y pasiones nobles". Qué tiempos esos en los que había una tensión entre la cultura real y la cultura anhelada. En que las modelos (y los políticos) –ya lo he dicho en otras ocasiones– precisaban, para ser respetables frente a las cámaras televisivas, la mentira hoy innecesaria acerca de sus escuchas de Vivaldi y sus lecturas de Borges y Cortázar. Qué tiempos aquellos, los de lecturas populares. Y los del sueño de la democratización de los bienes de la cultura alta (esas Bibliotecas de los socialistas) que terminó degenerando en la democratización de la cultura baja: Tinelli y bailanta para todos. No es una teoría general. Apenas una cuestión de gustos. Y de soledad. "Escúchame entre el ruido".
Gramsci consideraba que en algún punto todos eramos intelectuales. Dificil sostenerlo hoy, ¿no? Difícil, incluso, sostener la idea de la posibilidad del intelectual en el sentido clásico y dreyfusard de la palabra. Acaso nos habremos deslizado del "bloque histórico" al "bloqueo histórico". Un placer leerte cotidianamente, Fischerman. Tu blog respira vitalidad. Un saludo
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