Wilhelm Heinrich Wackenroder
En la Edad Media, la música se pensaba como un arte menor –aunque al mismo tiempo irresistible–, por su carencia de sentido propio (es decir de palabra). En el Renacimiento, bella paradoja, desde ese mismo paradigma e intentando imitar la palabra con la música, surgieron los géneros instrumentales escritos y autónomos (es decir especulativos en su forma). El Romanticismo invirtió la ecuación medieval –o llegó a formular esa inversión que venía fraguando desde el siglo XVIII–. No porque no creyera en el sentido de las palabras sino porque veía que la música, lejos de quedarse corta frente a él, iba aún más allá. Enrico Fubini, en una conferencia sobre "La música instrumental en el pensamiento romántico", brindada en el marco de la maestría de Estética y Creatividad Musical, del Institut Universitari de Creativitat i Innovacions Educatives de la Universitat de Valencia (las conferencias fueron editadas en forma de libro por la propia Universidad, en 1999), cita un texto del escritor Wilhelm Heinrich Wackenroder (1773-1798). "De acuerdo con una poética ampliamente compartida por buena parte de los románticos –dice Fubini– el escritor teoriza con absoluta claridad la superioridad de la música instrumental sobre la vocal". La cita de Wackenroder pertenece a La particularidad y profunda esencia de la música y es ésta:
"Cuando todos los movimientos más íntimos de nuestro corazón rompen, con su solo grito, los envoltorios de las palabras, como si éstas fuesen la tumba de la profunda pasión del corazón, en ese preciso momento aquéllos resurgen, bajo otros cielos, en las vibraciones de cuerdas suaves de arpa, como una vida del más allá, llena de belleza transfigurada, y celebran su resurrección como formas de ángeles [...] Un río que fluye delante de mí puede servir de comparación. Ningún arte humano puede representar con palabras ante nuestros ojos el fluir de una masa de agua agitada de manera variada por sus miles de olas, ya planas, ya onduladas, impetuosas y espumosas; la palabra puede sólo contar y denominar visiblemente las variaciones, pero no pueden representar visiblemente las transiciones y las transformaciones de una gota en otra. Y lo mismo ocurre con la misteriosa corriente que fluye en la profundidad del alma humana: la palabra enumera, denomina y describe las transformaciones de esta corriente, sirviéndose de un material ajeno a ella; la música, por el contrario, nos hace fluir ante los ojos la propia corriente. Audazmente, la música toca su misteriosa arpa y traza en este oscuro mundo, pero con orden preciso, signos mágicos, precisos y oscuros, y las cuerdas de nuestro corazón resuenan y comprendemos su resonancia."
Me recuerda las elucubraciones que Pascal Quignard pone en boca de Monsieur de Sainte Colombe más en la novela que en la película.
ResponderEliminarLa idea supongo que subsistió hasta la modernidad con Ludwig Wittgenstein y William Burroughs.
En mi humilde opinión la música instrumental puede llegar a ser el objeto evocativo por excelencia, y de ahí su pregnancia.
En mi humilde opinión, la música instrumental sólo se evoca a si misma. Y de AHÍ su poder.
ResponderEliminarInteresante, no ? Yo digo que la música instrumental es el objeto evocativo por excelencia y Miguel sostiene casi lo contrario; que sólo se evoca a sí misma. Tal vez digamos lo mismo pero para mí al menos la aparente contradicción es una muestra de su capacidad evocativa.
ResponderEliminarMe encantaría conocer tu opinión, diego.
A riesgo de parecer demasiado ecuménico, creo que estoy de acuerdo con ambas posiciones. Y con algunas otras posibles también. La música posiblemente no evoque pero son algunos oyentes los que evocan con la música, y eso es inevitable (sea o no deseable). La música, en teoria, no porta significado propio pero, en cada cultura, está llena de significados que han ido depositándose en ella. Kagel, por ejemplo, trabajaba conscientemente con esas cargas culturales y con la posibiidad de ir a favor o en contra de ellas. Sus marchas nada significarían si no hubiera un "concepto marcha" contra el cual se proyectan. Y un pasaje cromático descendente no significa nada en sí pero, en nuestra cultura, después de la teoría de los afectos, de siglos de música escuchada y de la cristalización, a través del cine, de esos "sememas", o estructuras lingüísticas portadoras de significado (en los términos que Bajtin usaba para el lenguaje literario), hoy sí significan, aun a pesar nuestro. Como también son inevitables los recuerdos y las asociaciones personales, cuando las hay (por más abstracta que sea la Grosse Fuge, ¿se escucha igual si era lo que oíamos a los 15 años con nuestra primera novia? Y, retomando un tema anterior, el de las enciclopedias, y habida cuenta de que todos la escuchan y de que en todas esas escuchas pasa algo, ¿la escuchan igual quienes analizaron a Palestrina, Händel y Bach y quienes no lo hicieron?. ¿Y quienes escucharon "On reflection" por Gentle Giant? El tema es obviamente más complejo que lo que podría despacharse en esta espacio. Ya habrá otras entradas al respecto y los comentarios, dudas, ideas, hipótesis y discusiones al respecto son, desde ya, bienvenidos.
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