Ushuaia. A las 9 y media amanece. A la noche, ya tarde, leí un cuento genial de Dorothy Parker –una mujer repite, a su marido y a unos vecinos, exactamente con las mismas palabras, el relato de lo que el médico dijo acerca de las amígdalas de su hija; el marido apenas contesta, inmediatamente interrumpido por ella, y los vecinos comentan, mientras se alejan de la casa y de ese relato casi terrorífico en su repetición, que se trata de un matrimonio maravilloso–. Me desperté temprano para enviar un artículo al diario, antes de salir a navegar por el Canal de Beagle. Y, en acto privado de desagravio, frente a sí mismo y su reciente y olvidable visita, escucho a Gary Burton. Lo escucho en
Matchbook, con Ralph Towner, uno de mis discos preferidos desde que lo escuché por primera vez, en 1974, en casa de Claudio Da Passano. “Some Other Time”, de Leonard Bernstein aunque asociado inevitablemente con Bill Evans (que lo grabó con Tony Bennett y usó elementos del tema en “Peace Piece” y, antes, en “Flamenco Sketches”, con Miles Davis),“Icarus” y “Aurora” (de Towner y con inolvidables versiones por Oregon) y “Good Bye Pork Pie Hat”, de Mingus, suenan en la demorada noche.
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