Hay músicas "clásicas" más populares que otras "populares".
"Una furtiva lagrima", por ejemplo, goza de mucha más popularidad que
Warne Marsh. Tampoco es una cuestión puramente de materiales. Pueden reconocerse tradiciones populares y una tradición europea y escrita, pero muchas de las canciones de
Schubert, de los minuets de
Haydn –sobre todo en los
tríos– o, más aquí, de la rítmica en
György Ligeti o en
Louis Andriessen, provienen de las primeras y los temas "abstractos" de muchas piezas de
Anthony Braxton,
The Thinking Plague o
Chick Corea vienen de la segunda. Tampoco se trata sólo de procedimientos: las fugas y fugatos de
John Lewis,
Astor Piazzolla o
Gentle Giant vienen de la tradición europea y escrita, o sea la llamada "clásica", aunque se apliquen sobre materiales "populares". Podría pensarse que se trata de una cuestión de complejidad lingüística; que unas músicas extreman su lenguaje más que otras y presentan a la escucha un desafío mayor. O sea, son más "artísticas" de acuerdo con la idea de arte de las sociedades urbanas contemporáneas (o de cierto sector social dentro de ellas), que mide su valor en relación con la "profundidad", con la cantidad de capas de significado. Una novela o una película donde no todo está claro desde el primer instante, donde los personajes presentan pliegues, contradicciones y sorpresas son, para esta idea del arte, más profundas: más artísticas. Y alguna vez en la música fue así. Las populares, que no tenían manera de perdurar y de circular "artísticamente" se agotaban en la ejecución única; no creaban series ni historia. No podían ser discutidas como arte. Pero la grabación del sonido cambió eso para siempre. Y, volviendo a "Una furtiva lagrima", responde menos a esa descripción de "profundidad" que
"Strawberry Fields Forever" por los Beatles o la ya mencionada (en un post anterior)
"Inspiración" por Pugliese. Tal vez se trate entonces de complejidad de pensamiento. De aquellas músicas que, aunque sencillas en su resultado responden a una elaborada reflexión. Sin embargo, tampoco en este caso todas las de una clase se quedan en un campo mientras que todas las de la otra van a parar al contrario. ¿Entonces? Porque, por otra parte, cualquier melómano sabe que hay músicas "populares" y músicas "clásicas". Si está mínimamente informado y es pasablemente culto, ya sabe que no se trata de una cuestión de valor pero, de todas maneras, salvo en algunos casos particularmente fronterizos (algunas obras –no todas– de
Gershwin,
Piazzolla,
Braxton o
Gismonti) no tiene dudas de en qué bateas encontrar los discos que busca o en qué programas de radio o en qué clase de conciertos puede escucharlos. ¿Quiere decir algo popular y clásico? ¿Define, en efecto dos grandes familias? Creo que sí aunque de manera muy imprecisa. En primer lugar habría que distinguir, dentro de ambos casos, aquellas músicas que dialogan de manera más explícita con nuestra idea del arte, y hacerlo por encima de la costumbre. Obviamente las valoraciones, los puntos de vista –o de escucha– cambian según las épocas y los contextos sociales. Hoy
Elvis Presley es más música "de escucha" que de fiestas populares y con ciertas arias de ópera, sobre todo si son cantadas por
varios tenores al mismo tiempo, tal vez pase lo contrario. Y, una vez identificadas las músicas artísticas, podrían separarse aquellas que dialogan de manera predominante –aunque no excluyente– con tradiciones populares y las que lo hacen con la tradición europea y escrita, teniendo en cuenta la combinación de tres variables: materiales, procedimientos y circulación. Aunque, quizá, la diferencia esté más cerca y sea más fácil de discernir. En las músicas de tradición clásica, por más populares que suenen, la obra acaba en la interpretación. En las de tradición popular, por más eruditas que suenen, con la interpretación comienza la obra.
Dificil aportar algo a un tema en el que estás pensando desde hace tanto tiempo. Pero para buscar alguna punta, me permito comentar que entre los ejemplos que das noto lo siguiente: hay músicas que son interpretaciones de obras del pasado y otras que son composiciones del presente. En el primer caso, atención, incluyo tanto a un chelista tocando las Suites de Bach, como a un pianista tocando "La cumparsita". Se trata de tocar hoy algo que fue compuesto ayer, más allá de su origen escrito u oral.
ResponderEliminarEn cuanto a la musica creada aquí y ahora, no sé si hay tanta diferencia entre un grupo de música popular y uno de música contemporánea, salvo por el hecho de que es frecuente que, en el último caso, el compositor esté en la platea y no tocando en el escenario.
Si el compositor está vivo y presente en el estreno, los intérpretes establecen un diálogo diferente con esa obra, repecto a alguna del pasado. De hecho, así ocurrió casi siempre: Haydn escribiá para la orquesta que tenía enfrente, la de la Corte Esterhazy y Steve Reich,para su propio ensamble, por dar dos ejemplos lejanos entre sí. Luego, el modo de tocar estas músicas nuevas es apropiado por otros grupos y otras tradiciones... Bueno, basta por hoy! Saludos,
Martín
Es cierto. Y por otra parte, algunos autores como Osvaldo Golijov (o antes Philip Glass, tal vez), gusten o no, trabajan conscientemente en romper esos límites genéricos entre clásico y popular. Lo que pasa, creo, y esa es por ahí una punta para seguir pensando en el tema, es que un género (o subgénero o supragénero, según el caso) implica un pacto de escucha. Uno no va a oir una pieza "contemporánea" de la misma manera que una pieza de jazz, por ejemplo. Y lo que resultaría satisfactorio, tal vez, como obra de Milton Nascimento con Pat Metheny, resulta poco grato como composición de Golijov. Ojo, que al revés pasa lo mismo. La creación del mundo de Milhaud funciona bien como obra sinfónica francesa de la primera mitad del siglo XX pero como pieza de jazz resultaría ingenua y sin swing.
ResponderEliminarMe parece que Golijov es un tema para todos nosotros, digo los que estamos acá. Precisamente, habría que ver qué ocurre en una función en vivo y en directo. Se ve que La pasión produjo algo, por ejemplo en el crítico del New York Times, Paul Griffiths, que está lejos de ser un tipo ingenuo. Pongo un ejemplo, desde el lado popular de lo que hace Golijov: Goran Bregovic. No se si te acordás: cuerdas clásicas, voces búlgaras, los "reos" de los metales a cargo de gitanos. El "fino" de Goran, con la guitarra. Intuyo que lo de Golijov se parece más a eso. Lo del "pacto" que señalás es una buena punta. Pero resulta que en la música contemporánea los pactos se construyen concierto a concierto, obra a obra....
ResponderEliminarNo estoy tan seguro de que en la música contemporánea sea tan cierto eso del pacto concierto a concierto. Me parece una idealización. Creo que hay pactos preexistentes, como diría la Constitución, que son diferentes en Estados Unidos que en Europa y, tal vez, en la UCA y en el CETC, o en Quilmes y algún ciclo de electropop que ande por ahí. En Nueva York –y ni hablar en Idaho u Oklahoma– Ferneyhough o Lachenman no existen y en París, cuando Radio France programó a Tan Dun fue un escándalo. Eventualmente, la idea de que cada concierto (y cada obra) genera su propio pacto de escucha forma parte de un particular pacto de escucha cn el que funcionan personas especialmente abiertas y tolerantes. Creo, no podría justificarlo y mo lo escribiría en un libro pero tengo la firme intuición, de que toda escucha es ideológica.
ResponderEliminarAh. Y hay un pacto todavía anterior. Lo que cada cultura, y dentro de ella cada microcultura y cada individuo, creen que es la música (y, obvimente, que NO es la música).
ResponderEliminarSi me permiten, yo coincido en que toda escucha es ideológica. Por lo menos en el sentido que raramente exista na escucha carente de contexto cultural. Uno sabe o cree saber, de antemano qué va a escuchar y de alguna manera lo tiene categorizado. Por supuesto erróneamente.
ResponderEliminarLos ejemplo brindados son interesantísimos y muy diversos.
Un eje de dsicusión es como apunta ML, el tema de la interpretación de algo ya escrito y la ejecución de algo propio. El primer caso, música mal llamada clasica, parecería tener menos grados de libertad. Pero algunas corrientes de musica antigua que están empezando a valorar la improvisación como arte perdido de los siglos XVI y XVII, pienso en L'Arpeggiatta por ejemplo; podrían borrar un poco los límites del eje.
Otro eje podría ser la pretensión. Una música popular que apunta o pretende dejar de ser "funcional" para ser escuchada, sobre eso sí DF escribió un libro, como el caso de Gentle Giant o mucho jazz. También existe mucha música pretenciosa en exceso o considerada clasica a pesar de ser sencilla y llana.
El eje los materiales temáticos me parece que es una función de tiempo y espacio, pienso en los quodlibets de Bach con canciones picarescas de la época o las misas L'homme armeé del Renacimiento. Eran populares o no ?
Para nosotros son reclasicas pero mas de un oyente de la época habra sonreido al reconocer la melodía.
Y el eje del consumo es el más complicado, creo. Existen pactos entre productor y consumidores de musica, pero creo que el contexto no ayuda. La triste realidad es que el hombre medianamente culto, no melómano o musico profesional; no ha sido capaz de asimilar las vanguardias.
Y no sólo las musicales, sino también las de las artes plásticas.
buscando ejemplo encontré en Youtube un video, que no pude resistir la tentación de subirlo yo, de una violinista barroca que me encanta, tocando Brahms con les Yeux Noirs, como si fueran un grupo de gitanos trashumantes.
Perdón por la intromisión, pero el tema da para larguisimo.
Estimado Fischerman,
ResponderEliminarMe temo que, a esta altura del partido, la partitura (me refiero a aquella en la que se escribe de la primera a la última nota que interpreta cada uno de los ejecutantes, cuya cantidad e instrumento fue previamente determinada por el compositor) es algo así como el DNI que acredita su existencia como "música seria". La otra, la que involucra un grado mayor o menor de improvisación (y no me refiero al jazz, cualquier chacarera o samba brasilero tiene una melodía o un acompañamiento que nunca se toca exactamente igual), es literalmente música "sin papeles", ilegal, y por tanto, condenada a vivir en los arrabales del sistema cultural oficial.
Permítaseme contar dos anécdotas ilustrativas: hace algunos años yo trabajaba como técnico de grabación en un estudio, y fue un grupo comandado por un compositor. Su intención era grabar una obra para presentar en un concurso por una beca. Una vez grabada la obra, el compositor me pidió que le grabara las pistas por separado, ya que (sic) "tenía que escribir la partitura". Ergo, la "partitura" era una transcripción de algo previamente improvisado. No está en mi ánimo criticar al compositor, que en todo caso, tenía un trabajo extra por demás engorroso (transcribir la música), sino al sistema de evaluación, que pedía todo por escrito.
Otra: hace unos cuantos años, durante el menemato, el Fondo Nacional de las Artes lanzó una de sus habituales convocatorias anuales para becas. Me interesé por las de música y ahí me enteré que para el FNA, "música" era solo música sinfónica o de cámara. Lo demás estaba englobado dentro de una imprecisa y absurda categoría llamada "expresiones folklóricas".
En fin, que por un lado está la discusión meramente estética acerca de lo clásico y lo popular, la cual es interesante y válida, pero el quid de la cuestión es otro, es "de clase", y perdón por usar esta terminología aparentemente perimida.
SAludos
GB
Clásica, clasificación, clase. Suenan como de la misma familia, ¿no?
ResponderEliminarla música es un lenguaje y habla por sí sola...basta de ser tan teóricos y a escuchar más sin ser tan cerrados ni clasificar a nadie...repito la música es un lenguaje y habla por si sola...
ResponderEliminarsin música este mundo sería mas oscuro de lo que ya es...
A Miles Davis no le importaba lo que opinaran de su música y creo que a la mayoría de los compositores contemporáneos tampoco...
la música de ayer mismo ya pasó a ser clásica...
GG