En una entrada anterior se hablaba de la traducción del título del libro de Alex Ross, The Rest is Noise, en la edición española de Seix Barral. La opción elegida por el traductor, Luis Gago, y los editores, fue El ruido eterno, una frase que, además de alejarse de la referencia de Ross a la famosa frase del protagonista, antes de morir, en la segunda escena del quinto acto de Hamlet, se distancia del sentido del título original. Un lector envió, con gentileza, el link a una página web llamada Retroklang donde Gago argumenta (favorablemente, es claro) acerca de su decisión. Su razonamiento es, además de endeble, curioso. Dice: "Leí todas las traducciones al castellano de Hamlet, incluida, por supuesto, la de Astrana. Todos los traductores optan por 'Lo demás es silencio' o 'El resto es silencio'. Francamente, Lo demás es ruido suena fatal (a mí). El resto es ruido suena aún peor. Un título tiene que sonar y The rest is noise suena, además de que, para un oyente inglés, es muy fácil establecer la asociación con el 'The rest is silence' hamletiano. ¿Cuántos lectores españoles asociarían 'El resto es ruido' con la frase final de Hamlet? Ninguno, me atrevo a aventurar. Moratín simplemente valía para conseguir un título que tenía que reunir al menos dos condiciones: 1) Incluir la palabra 'ruido'; 2) Tener una vinculación con la frase final de Hamlet. Ross, los editores y yo mismo pensamos que El ruido eterno era un título eufónico que reunía las dos condiciones. Quizá no sea el mejor, pero sí el menos malo". El criterio de buscar otra referencia a un mismo texto cuando la original es difícil de traducir o poco grata en la nueva lengua es habitual en el caso de títulos de films u obras teatrales. Lo que no la hace correcta ni deseable. Y no es un dato menor el hecho de que, más allá de su discutible eufonía e incluso de su referencia a Hamlet, "el resto es ruido" quiere decir algo diferente que "el ruido eterno". Eventualmente, en la imposibilidad de conservar un juego de palabras o una cita a otro texto al mismo tiempo que el significado, siempre es preferible optar por este último. Siguiendo el criterio de Gago, un título maravillosamente sonoro como "Alice's Adventures in Wonderland" bien podría trocarse en "Instrucciones para endulzar la cabellera", al fin y al cabo también relacionado con el sentido del texto. O por el más comercial "Una niña traviesa y confundida". Que a Gago no le guste como suena "El resto es ruido" (que a mí, por otra parte, me gusta bastante) no parece un argumento suficiente como para cambiarlo por otra frase de significado diferente, por más que esta guarde alguna relación con alguna frase de alguna traducción particular de Hamlet (no conozco la de Moratín y Gago no la cita en su defensa). Y aquí es donde se comete otro error. No se trata de cualquier frase de Hamlet sino de una bastante famosa, usada como título de por lo menos tres films (una adaptación de la obra de Shakespeare entre ellos), varias canciones e incluso de una banda de rock; una frase que, aunque Gago no lo crea, hasta un español podría conocer. Y aun si no la conociera y el lector hispanoparlante se perdiera ese guiño (o el señalado por Guillermo Bazzola acerca del uso de "rest" como silencio musical) no debería olvidarse que se trata de un libro sobre música, y no sobre Hamlet, y que la idea de que "el resto es ruido" no resulta ni de cerca reemplazable por la de un "ruido eterno". La eternidad del ruido es, en todo caso, la de Babel y aquel excesivo castigo de un dios soberbio cuando, sólo para evitar que los hombres y mujeres del mundo llegaran al cielo, resolvió confundir sus lenguas para que ya no se entendieran entre sí. Y creó a los traductores españoles.
He’s Making a List, and Checking It Twice
Hace 9 horas
El cierre es encantador. Y no podría estar más de acuerdo con usted, Diego, en que es más importante el significado que la eufonía. Sí, dios tuvo que crearlos...
ResponderEliminarMoratín traduce "The rest is silence" como "Para mí sólo queda ya... silencio eterno". No es necesario citarla en mi defensa porque figura al comienzo del libro. La traducción de Moratín sigue utilizándose en montajes modernos de "Hamlet". En Madrid, este mismo año, sin ir más lejos.
ResponderEliminarAgradezco su respuesta. Lamentablemente, la filial argentina de Seix Barral ha decidido no distribuir el libro en estas tierras, por lo que ignoraba el hecho de que la frase, en la traducción de Moratín, agregaba lo eterno al sonido y figuraba al comienzo del libro. Aun tomando esa fuente –lo que estimo una decisión desacertada– creo que, tal vez, hubiera sido una mejor solución "Sólo queda ruido eterno", o, posiblemente, apenas "Sólo queda ruido". Sigo creyendo que "El resto es ruido", además de fiel al original, no sólo no suena fatal sino que tiene una bella contundencia que hubiera sido deseable conservar.
ResponderEliminarCon todo respeto y sin el deseo de ofender, no entiendo como un traductor puede citar una traducción de Shakespeare hecha por Moratín como criterio de autoridad. Entiendo que Moratín está más atrás que Astrana Marín y Astrana Marín ya es un desastre...
ResponderEliminarMucho menos puedo entender que el hecho de que se siga poniendo "Hamlet" en versión de Moratín sea un criterio de valor. Eso nos llevaría a que tragarse las "s" o relajar las terminaciones "ado" (cosa que se hace muy a menudo a ambos lados del Atlántico) es correcto porque mucha gente lo sigue haciendo. Y la cosa no es así, ¿no?
El señor Gago es un pedante, tal como lo exhibe su texto a Fischerman. Pero además, necesita refugiarse en la autoridad ajena para justificar un disparate propio. Todo lo que dice respecto a la conversión de "The rest is silence" en "El ruido eterno" (ah, Chandler, Chandler) no tiene ningún rigor léxico, ni gramatical, ni conceptual. Y si el propio Ross aceptó el cambio, habría que saber por qué. Quizá no entiende castellano y le vendieron cualquier cosa.
ResponderEliminarMejor ni preguntarle a Gago qué razonamiento siguió para transformar el título de Nicholas Cook "Music: A Very Short Introduction" en "De Madonna al canto gregoriano", pues allí
no hay Moratín o Astrana en quien refugiarse.
En relación con lo dicho anteriormente y con la boutade con la que terminaba mi nota original, aclaro que obviamente no todos los traductores españoles son malos. Pero hay en España, incluso entre las buenas traducciones, una cierta tradición invasiva que no comparto. Por otra parte, si como se señala en una de las respuestas que este mismo tema propició en el blog del Club de Traductores literarios de Buenos Aires, el título elegido por Gago termina agregando una línea más de confusión –o de ruido–, al tejer un involuntario hilo hacia la traducción castellana de "The Big Sleep" cono "El sueño eterno", y dado que "Rest" es también descanso, el libro de Ross bien podría terminar llamándose igual que el de Raymond Chandler. Tal vez sea más eufónico. Y, de no serlo, se aconsejan estas otras posibilidades:
ResponderEliminar"Sordos ruidos oír se dejan"
"El sonido y la furia" (aunque creo que ya fue usado)
"Mucho ruido y pocas nueces" (es bueno porque mantiene una referencia shakespereana)
"De Shakira al canto bizantino" (nueva versión de un viejo éxito)
"Los diamantes son eternos" (no tiene nada que ver pero "El ruido eterno" tampoco)
Me impresiona que:
ResponderEliminar1) Habléis con tanto desdén de los "traductores españoles", así en general. ¿Todos en el mismo saco? ¿Y los argentinos en otro?
2) Dediquéis tanto espacio y chistes a comentar el título de un libro de 800 páginas, y ni una sola línea sobre la traducción en sí, muy alabada por el prestigioso crítico musical Stefano Russomanno en el periódico ABC hace un par de semanas. ¿Acaso la traducción del título de un libro no se rige por reglas algo diferentes que las de su interior?
3) Al parecer, según se dice en el libro de Seix Barral, a Alex Ross le encantó el título de "El ruido eterno". ¿También le vais a enmendar a él la plana? ¡Mandadle a él las quejas e ingeniosidades!
4) Los que tanto reniegan de la supuesta autoridad Moratín supongo que también aborrecerán la traducción de la Biblia del King James o la de Lutero al alemán. Traducciones antiguas... ¡aaaagh!
Estimada Angela. En efecto, tal como usted señala, la crítica se limita al criterio de traducción del título (más que al título mismo) como una muestra de un estilo de traducción que, más allá de sus aciertos o sus errores –hay excelentes y pésimas traducciones realizadas a ambos lados del Atlántico–, puede identificarse con el que desde España –y desde los grandes monstruos editoriales– se nos ha impuesto en los últimos años. Que un traductor decida cambiar el sentido de un título simplemente porque no le gusta el sonido y busque rebuscadas justificaciones para hacerlo es malo en sí. Tal como se señala en alguna respuesta anterior, se ignora si el conocimiento del castellano de Alex Ross lo habilita como autoridad en la materia. No se busca enmendarle la plana sino, simplemente, señalar un error conceptual que las grandes editoriales imperiales tienden a convertir en norma. Y, como también se dice con anterioridad, más allá del chiste y las ingeniosidades(que sí, son gustan y nos divierten) de ninguna manera se busca meter en una misma bolsa a todos los traductores españoles (aunque sí a un criterio invasivo de traducción que puede identificarse con una cierta tradición española) ni tampoco a los argentinos, entre los que podría mencionar más de una docena merecedora de escarnio.
ResponderEliminarOtra vez sopa, Gago lo hizo de nuevo, como con el de Cook. La primera vez que vi el libro de Ross inmediatamente pensé en Music, Imagination and Culture, en Hanslick y en los airados ¡Eso no es música, eso es ruido! que todavía seguimos escuchando por ahí. Después caí en Hamlet.
ResponderEliminarEl problema del título no termina en El ruido eterno. Sigue: Listening to the Twentieth Century pasa a ser Escuchar al siglo veinte a través de su música. Este agregado confirma que el criterio de traducción y de autoridad de Gago es subestimar al lector.
¿El lector en español es tan tonto que hay que explicarle en la tapa que es un libro sobre música?
¿Por qué agrega eso, ausente en el título original? A lo mejor sin la aclaración para chicos de jardín de infantes le suena fatal, o se basó nuevamente en Moratín o en Mongo. El resto son excusas, o mejor: Las excusas eternas.
Sería mejor que Seix Barral no lo importe, preferiría una edición local con un título más respetuoso del autor y del lector.
De Shakira al canto bizantino es el best seller del verano, Fish, qué estás esperando, ¡escribilo ya!
Ángela Castro, no conozco la traducción del libro, pero la del título
ResponderEliminarme parece un error cargado, entre otras cosas, de pedantería. No veo qué tiene de malo señalarlo.
En cambio, sí conozco otro libro traducido por Gago, que su autor, Nicholas Cook, tituló "Music: a Very Short Introduction" y que Alianza publicó en español bajo el título "De Madonna al canto gregoriano". ¿Puede usted imaginar una mayor atrocidad?
Sea como fuere, digamos algo del contenido de "Very Short..." en la versión de Gago. Es aceptable, hecha en un castellano algo envejecido pero todavía vigente. Si algo tiene de objetable, es haber sacrificado el tono, el estilo de Cook, pero, bueno, tampoco vamos a llorar.
Alarman, eso sí, varios errores, o que parecen tales; a título informativo mencionemos uno. En la página 13, Cook se refiere a un anuncio de televisión de la empresa "Prudential", empresa que misteriosamente en la pág 15 pasa a llamarse "Commercial".
Y no se enfade usted, que aquí todos amamos la música y estamos
comentando en plena libertad una tendencia nada saludable advertida en los traductores españoles. Por cierto, más que la King James prefiero la de Casiodoro de Reina revisada por Cipriano de Valera.
Ángela: no se trata de que un traductor sea español, argentino o ecuatoriano. No es eso lo que se discute acá. Se habla, en todo caso, de cómo se ha traducido una frase que, justamente, es el portal de entrada a un libro.
ResponderEliminarLo que señala Fischerman a propósito de los criterios imperiales también es cierto. Hay más hablantes del castellano de este lado del Atlántico (pronúnciese correctamente "TL", que no es difícil) que en España, y sin embargo, sufrimos cotidianamente los modismos madrileños en autores traducidos allá. La proporción de sufrimiento no es equivalente.
Por último, Moratín es un autor execrable y que sea español no lo hace mejor. Respecto de la traducciones de King James y de Lutero de Biblia, su comparación es, si me permite, algo indigente.
Buenas,
ResponderEliminarA todo esto ¿qué tal es el libro?
Hoy salió otro comentario en "El País"
Saludos
GB
Aún no sé. Dicen que bueno. Alex Ross, en sus columnas de New Yorker y en lo que publica en su blog, me gusta. El libro acabo de pedirlo (en inglés) a Amazon. Saludos
ResponderEliminarUn par de (breves) comentarios.
ResponderEliminarRespecto de lo que dice Jorge: ¿Por qué la pronunciación "correcta" de "TL" ha de ser la nuestra? (Aclaro: soy argentino.) ¿Existen pronunciaciones correctas y otras que no lo son? ¿Existen verdades absolutas en los idiomas? (Sí, sí, está bien, ya lo sé: en este blog no se habla de la musicalidad de los idiomas, sino del idioma de la música. Pero.)
Respecto de lo que se preguntan Guillermo y Diego: El libro es, pa mí, una delicia. Me lo compré en inglés (por Amazon, claro) y voy por la página 100, aprox., y lo estoy disfrutando como loco. Casi diría que hasta puede lograr que me guste Schoenberg.
M.
El Periodico de Catalunya (3-10-09)
ResponderEliminarhttp://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idnoticia_PK=649834&idseccio_PK=1006
Desde el país de la divina sordera
FéLIX De Azúa
Hermanos en la música, cofrades de oído zorruno, secreta sociedad de los que oyen, por fin una buena noticia. Los de la editorial Seix Barral (benditos sean) han tenido la generosidad de traducir el libro de Alex Ross que conocéis con el título The rest is noise, un verdadero desafío para el traductor, ya que la cacofonía El resto es ruido chirría en el oído fino. Por fortuna, eligieron a Luis Gago el Grande y lo ha transfigurado en El ruido eterno. Si el original jugaba con la desolada El resto es silencio, Gago juega con otra desolación: El sueño eterno. Shakespeare al piano y Chandler al violín.
Quienes no lo conozcan tienen abierta la mejor puerta para la música del siglo XX, esa muchacha harapienta a la que tantos confunden con su desalmada y opulenta madre, la vanguardia subvencionada. Porque una de las virtudes de Ross es la de no ser europeo, así que no paga gabelas a la corrección política. Ross puede dar su opinión sin tentarse el bolsillo. Y dice, por ejemplo, que Adorno es un gran analista, pero un peligroso moralista. O que Schoenberg no es preferible a Stravinsky. O que Boulez es mejor director de orquesta que compositor. O que Copland es superlativo. Todo lo cual provocaría un linchamiento en Europa.
Sus capítulos sobre Mahler, sobre los Ballets Rusos, sobre Shostakovich, sobre Sibelius (odiado por Adorno), sobre Britten (otro odio), sobre música y estalinismo, sobre el Berlín de los años 20, son modelos de inteligencia e ironía. Pero lo más singular es el espacio que dedica a la música americana que no obedeció a las vanguardias europeas. Esa música tan atacada por comisarios de limitada cultura y suculentas relaciones con el poder gubernamental. Los auténticos conservadores.
Para adobarlo, el libro se puede seguir en el blog de Ross. Mientras lees un capítulo, oyes la música de la que trata y decides si estás de acuerdo. Gracias a Ross (colaborador habitual de New Yorker) y a su blog, muchos melómanos han descubierto un sonido del siglo XX tan serio como popular y que no te llama reaccionario, beocio e imbécil si te aburres.
Estimado Miguel:
ResponderEliminarEs cierto lo que usted dice: a priori no hay pronunciaciones que uno pueda juzgar más correctas que otras. Pero hay reglas gramaticales que encuentran su correlato en el terreno de la fonética.
Si usted separa en sílabas la palabra "Atlántico", le queda "A-tlán-ti-co" y no "At-lán-ti-co". No es capricho argentino es regla fijada en España y aceptada universalmente. De hecho, a todo el resto de los hablantes de castellano no nos ha parecido ni difícil ni impronunciable. Si hiciéramos caso omiso, bien podríamos ir liquidando todos los acentos o ponerlos donde mejor nos plazca. Y estará de acuerdo conmigo en que se complicaría la comunicación, ¿no?
Cordialmente
Jorge. Querría estar de acuerdo con vos pero lamentablemente no lo estoy. Las lenguas no cambian por voluntad de perversos corruptores sino por obr de la cultura. También hay importantes cambios aceptados en Buenos Aires que no son ni más ni menos correctos que otros pero, además, ni suceden ni dejan de suceder por ese motivo. Si decís "dado", como bien sabés, la "d" intermedia es mucho más débil (aunque a diferencia de la pronunciación andaluza aún queda allí algo). Nuestras conjugaciones verbales tampoco son las que eran correctas hace 150 años y vos mismo usás, y argumentás acerca de la corrección, del "yo quisiera" por "yo querría" o del "pareciera" por "parecería". Las lenguas, simplemente (y tal vez por influencia de los malhablantes, que son m´s que los otros) cambian, como cambian, también, los sistemas de valores estéticos, sin que nadie lo decida y, sobre todo, sin que nadie pueda impedirlo. En cuanto al anónimo suprascripto –¿será el propio Gago?– que envió una crítica favorable al libro (que no está en discusión) incluyendo una referencia positiva a la traducción del título (que sí está en discusión) anuncio aquí que fue el último mensaje con identidad oculta que se ha publicado en este blog. Ninguno de los que aquí opinamos se ve en la necesidad de esconderse en un seudónimo o en el "anónimo" del caso, por lo que esta regla se hará extensiva a todos quienes quieran participar en el futuro.
ResponderEliminarEstimado Jorge (querido o estimado, grave problema argentino, decía un viejo conocido):
ResponderEliminarNo creo que las reglas gramaticales ni la ortografía deban establecer cómo ha de ser la pronunciación, sino, en todo caso, exactamente al revés: la ortografía debe (o puede) reflejar la pronunciación real de las palabras (sea esta Atlántico, Alántico o vayaunoasabercómo). Por supuesto, si eso se hiciera en cada país hispanohablante, sin duda se complicaría, como bien dice, la comunicación entre nosotros, como de hecho se complica muchas veces cuando conversamos con hablantes de otros rincones del hispanomundo. Es, quizá, inevitable, porque una lengua es la forma de comunicarse de un pueblo, y acá estamos hablando de un montón de pueblos, separados incluso por un inmenso océano (ese del que hablábamos), y con montones de influencias e historias diferentes.
Respecto de la complicación para la pronunciación de la palabra en cuestión, le comento mi opinión (y mis disculpas al troesma don Oliverio por el descarado robo): no creo que se trate de una cuestión de dificultad, sino que, como bien le contesta Diego, muchas pronunciaciones de muy diversas regiones no dependen de imposibilidades o posibilidades, sino de simples elecciones comunicativas de los hablantes. Nuestra pronunciación de las letras "y" y "ll" (bueh, ta bien, “ll” es un dígrafo, no una letra, pero no nos vamo’ a poner ejquisitos, ¿no?), por poner un ejemplo entre tantos, es muy diferente de la de casi todo el resto de los países de habla castellana, y yo no estoy dispuesto a pronunciarla de otro modo (ni siquiera del modo en que lo hacen mis hijos, que difiere clarérrimamente del mío), así que mal podría pedir a los españoles que pronunciaran “Atlántico” como yo lo hago.
Y en hablando de Gago… Pobre, ya ni Maradona lo quiere.
Finalmente, ruego a los lectores de este blog sepan entender (y, ojalá, admitir) mi quizá peculiar forma de escribir. Una amiga dice que lo mío no es ortografía, sino heterografía, y ante una referencia intertextual tan ilustre no me queda otra que seguir en la brecha.
Pero mucho me temo, como decía, que nos estamos alejando demasiado de los intereses de este blog. Si así fuere, Mahler y la música nos lo demanden. O quizá Diego.
Saludos,
M.