domingo, 7 de junio de 2009

Se fueron todos


"Que se vayan todos", dijeron. Y se fueron. No quedó nadie. Hay elecciones dentro de 21 días y no hay un sólo político que hable de políticas. Como aquel periodista de rock que aprovechó su minuto de fama, en una conferencia de prensa de Luis Alberto Spinetta, para preguntarle al músico cómo iba a ser su relación con la prensa. los supuestos políticos hablan, sí, pero de cómo construir poder o de cómo destruir el de otros. No dicen, en cambio, para qué lo quieren. A lo sumo enuncian el tema de la calidad institucional pero, nuevamente, como si se tratara de un fin y no de un medio para instrumentar políticas. No entraré aquí en la cuestión de que nadie está pensando ni diciendo cómo debe ser el país dentro de una determinada cantidad de años, o, más cerca, dado que supongo que se sabe cuánto crecerá, aproximadamente, la población de la ciudad de Buenos Aires, cuánta gente llegará de otros lugares del país y cuántos de países vecinos, o en cuánto se incrementará el parque automotor en los próximos cuatro años, qué planes se instrumentarán (o por lo menos se querrían instrumentar) en relación con esas problemáticas. No me referiré a que nadie está diciendo si hay barrios que deben crecer y otros que no y cómo lograrlo, o a que no hay enunciación alguna –ni de deseos– en cuanto al colapso energético y cloacal de Caballito, o al hiperdesarrollo canceroso –y sin planificación, desde ya– de Palermo, donde entre manzanas y manzanas de casas de ropa y restaurantes no hay una farmacia ni un cajero automático. Me circunscribiré al tema del Teatro Colón. Y ni siquiera a cuestiones complejas, como las edilicias, que, a pesar de todo, estimo que serán resueltas ya que se encuentran en la fracción de universo (obras, fasto, visibilidad) que el ex presidente de Boca es capaz de registrar como importante. Es decir: el edificio se va a reinagurar, un poco más tarde o más temprano, y es posible, dado que en ese aspecto hubo controles, aunque no parezca, que la acústica no se haya resentido. Tampoco abordaré el tema de la programación; al fin y al cabo el Colón conocerá temporadas más brillantes que otras y hasta podrá ofrecer espectáculos mediocres durante años, dependiendo de los saberes mayores o menores de quienes estén a su cargo, pero, en cualquier caso, no será dramático. Voy a centrarme en dos cuestiones: el para qué y el cómo. El Estado gasta una cantidad de dinero en producción y consumo de arte por parte de la población. Sólo si se sabe para qué puede determinarse si el precio es justo. 40.000 pesos en mucho para un Renault 12 desvencijado y muy poco para un Rolls Royce. El Estado de la ciudad, aparentemente, quiere tener un teatro de ópera y ballet, quiere tener dos orquestas estables, una dedicada a conciertos y la otra a acompañar óperas, un instituto de formación, un centro de experimentación, además de un ballet "clásico" y, a pocas cuadras, uno más bien "neoclásico" aunque se llame a sí mismo "contemporáneo". Lo que gasta en ellos, objetivamente, no permite la exigencia de cuerpos de primer nivel. Las orquestas tienen serias dificultades para tocar música del siglo XX –empezando por Stravinsky o Debussy, que ya tienen más o menos 100 años de antigüedad–. El Ballet Estable del Colón sólo puede hacer el repertorio zarista decimonónico pero no puede hacerlo de tal manera que tenga sentido hacerlo. Un músico de orquesta debe, además, dar clases, tocar en orquestas de tango, acompañar a cuanto solista internacional pueda y, encima, si ama la música, juntarse con otros a hacer repertorio de cámara para encontrar el placer perdido en su burocratizada orquesta. A mí, francamente, me interesa más que alguien se ponga a pensar en esto que en si las obras se terminan en mayo de 2010 o junio de 2012. Suele decirse, para hablar del Colón, que es el teatro por donde pasaron Rubinstein, Toscanini, Richard Strauss o Caruso. Del San Martín se recordará a Tadeusz Kantor o Pina Bausch. ¿Y la producción? ¿Qué se estrenó en esos teatros? ¿Qué encargaron? ¿Qué obras vieron la luz gracias a la imaginación de quienes los dirigieron? Si el Colón es –y debería seguir siendo– tan sólo el museo de la operística del siglo XIX y, para peor, un museo de reproducciones deslucidas ya que, sepámoslo, un teatro de ópera tradicional del primer nivel está absolutamente fuera de las posibilidades de cualquier Estado latinoamericano y de la mayoría de los Estados del mundo pero, mucho más, de la Argentina después de la destrucción pergeñada por la gestión de Macri-Michetti y, para peor, con un cambio de 5 a 1, ¿cuánto debe costarle a la ciudadanía?. Si el Colón tiene como única función dar placer a los más o menos 10.000 operómanos de Buenos Aires y hacer que no se pierda parte del patrimonio cultural de la humanidad, ¿cuánto debe el Estado invertir en él? Y si no es así, ¿qué otras cosas debería ser el Colón, sin desvirtuar su esencia, su historia y sus virtudes? Sería útil que algún político lo pensara o, por lo menos, lo identificara como un problema.
Ese el es para qué y lo otro es el cómo, y es, en un punto, más sencillo. Es algo a lo que los políticos que se presentan como candidatos podrían estar abocándose ya. El Estado quiso tener, como ya se dijo, teatros, ballets y orquestas. Y el Estado nunca pensó una legalidad para contenerlos. ¿Cómo debe ser contratado un bailarín? ¡Cómo debe ser descontratado? ¿Cuándo y en qué condiciones debe jubilarse? ¿Qué debe exigírsele a un músico de orquesta? ¿A cambio de qué? Esta gestión de autoproclamados empresarios que en sus currículum ostentan, a lo sumo, el pergamino de empleados del mes de McDonald, hablan de la Estabilidad de los empleados públicos. Y hablan pestes, por supuesto, achacándole todos los males. Lo que no dicen es que cuando no hay estabilidad debe haber cláusulas indemnizatorias. No dicen que los contratos –a un bailarín del Teatro San Martín, por ejemplo– no pueden prolongarse durante años porque eso contradice la propia naturaleza de lo que es un contrato. No dicen que un director tiene todo el derecho del mundo de echar los bailarines que no le gustan –o que lo discuten– pero que eso no puede significar que alguien quede en la calle, de un día para el otro y sin ninguna indemnización, luego de haber recibido un sueldo de manera continuada a lo largo de varios años. Y que no es justo que alguien que realiza un trabajo que nada tiene de eventual no tenga, además de la posibilidad de una indemnización, ni vacaciones pagas ni aguinaldo. Si el Estado quiere tener cultura, debe tener, por lo menos, un marco legal que se lo permita. La cultura "alta", en Buenos Aires, no cuenta con un ecosistema. Se trata de flores plantadas en el desierto. Hay que traer el agua, cada día, desde kilómetros de distancia, y alguien debe quedarse parado al lado, haciéndole sombra con un paraguas porque no hay ni un arbustito alrededor. Buenos Aires tiene al Colón y al San Martín y a los conservatorios y al IUNA –que depende, en realidad, de la Nación–. ¿Los que se forman en esas instituciones lo hacen para ir a parar a los teatros? ¿Hay alguna clase de relación entre esas dos inversiones que hace el Estado en campos que deberían ser complementarios?
Sí, ya sé. Se fueron todos. Yo sólo pido que vuelva alguien.

5 comentarios:

  1. Muy buen post, con mucho para comentar. Por lo pronto, hago este aporte, respecto de la preservación de la acústica del Teato Colón. Efectivamente, es una de las pocas cosas de las que creo que el Teatro va a salir indemne, gracias, precisa y simplemente, a los controles. Sánchez Quintana y Basso (con quien tengo el honor de participar en sus cátedras universitarias de acústica) son los principales expertos del país en el tema. Precisamente por esta razón es que la acústica está custodiada: ambos se juegan su pellejo y orgullo profesional en esta parada. Ellos saben que es la gloria o Devoto, por eso no te imaginas la cantidad de pelotas que se cansaron de tirar al corner. El concepo básico que manejaron fue: la acústica es perfecta.Pero no sabemos del todo por qué lo es. Ergo: tocar lo menos posible los elementos que la constituyen. El trabajo de medición acústica que se realizó durante el proceso de desmontaje, por ejemplo, de las butacas, ha sido ejemplar. Lo que hay que temer es si, un día de estos, se llegan a ir. Hasta ahora,cada vez que amagaron hacerlo, los políticos de turno recularon.

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  2. ¿Y quién debería volver?, Arq. Montero (padre)?, Jorge D'Urbano?, Marcelo T. de Alvear? desde Directores del Colón hasta un Presidente de la Nacion... están en el otro mundo. Waldemar Alexander Roldan al presentar su libro"de Música y músicos" allá por 1992 se lamentable que la asignatura música, dejara de ser una materia de curso obligatorio en las escuelas. A cien años del Colón quienes de los que han pasado por el campo de la cultura están en condiciones de "regresar". Comparto el espíritu de su artículo Diego, pero al mirar alrededor no veo a NADIE ni cerca mio ni en un lejano horizonte, que pueda volver... MRLutz 10/6/09

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  3. Muchas gracias por su comentario.
    Es cierto. No se ve a nadie. Pero que reparemos en ello ya me parece algo. No creo que los problemas tengan solución en el sentido de un punto de llegada en el que desaparecen los conflictos. Sí, en cambio, que la política –y me refiero a política en el sentido más estricto, no en el de acciones proselitistas– es una sucesión de aciertos, errores, enmiendas parciales y diversos conflictos de intereses que van resolviéndose, siempre temporariamente, de acuerdo con las relaciones de poder. El Colón, y más ampliamente, las discusiones sobre cultura, no son independientes de estas cuestiones. Me parece que el tema no es pensar en las soluciones sino, por lo menos en una primera instancia, darse cuenta de que hay problemas que deben ser pensados como tales.

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  4. En ese caso, estamos en graves problemas, porque la candidata del partido gobernante en la Capital (y el Colón es un teatro de la ciudad), se queja porque la campaña para las próximas elecciones "se está politizando" (sic). Es cierto que las últimas décadas se caracterizaron por un creciente desprestigio de la categoría de "lo político". Pero cuando se llega a reclamar que no se politicen las elecciones, es que ya va quedando poco margen para encarar cualquier problema.

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  5. ¿Que pasaría si sé fueran todos no volvieran más y nos dejaran en paz?

    *Disculpa mi intromisión, pero la pulcritud de tus escritos, y tu forma de hacer me ha impresionado.
    Pertenezco a otro “tipo” blog, matizo por tu detallada descripción. Y en este mundo andamos todos, es una representación más de nuestra sociedad creada, ideas, colores,
    y formas distintas, que nos hacen un todo.
    Un placer leerte

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