Nada peor que una buena idea en malas manos. Bah, es posible que una mala idea sea peor pero, en todo caso, uno no espera tanto de ella. Merce Cunningham, junto a su pareja John Cage, introdujo la idea de la no evidencia en las relaciones entre danza y música. O de independencia. En respuesta a las formas más momificadas, trabajaron por separado y juntaron al final (aunque claro, conociéndose a la perfección). Merce Cunningham murió. Seguramente tarde un tiempo más en hacerlo la pálida vulgata con la que infinidad de coreógrafos con escasas ideas y nula percepción musical fingieron hacer obra durante casi cincuenta años –un medio siglo en que la idea de contemporaneidad de estos coreógrafos no sufrió mella alguna–.
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