Seis días después de la carta anterior, Mozart vuelve a escribir sobre la
Sinfonía No. 31 y sobre el que luego quedó como Andante alternativo –varias versiones discográficas lo incluyen como
bonus track, entre ellas la de John Eliot Gardiner–: "La sinfonía encontró el aplauso de todos y Le Gros
(el organizador de los Concerts spirituels) está tan contento que dice que ha sido su mejor sinfonía: el Andante, sin embargo, no ha tenido la suerte de satisfacerle. Dice que hay demasiada modulación, y que es muy largo, pero esto viene de que los oyentes habían olvidado hacer un ruido tan fuerte y tan largo con las palmadas como en la primera y última pieza. Pues el Andante, por mi parte, y según todos los entendidos, los aficionados y la mayoría de los oyentes, tiene el mayor éxito. Es todo lo contrario de lo que dice Le Gros, es muy natural y breve. Para satisfacerlo a él, y como él afirma, a varios más, he hecho otro; cada uno está bien a su manera, pues cada uno tiene su carácter diferente. Pero el últiimo me gusta más aún."
El Romanticismo hizo de la "obra original" un fetiche y de la intención suprema del autor un mito. Si todo estaba dictado por un incontenible fuego interno, mal podían admitirse los cambios, en muchos casos forzados por un mercado insensible. La verdad es que algunas veces era de una manera y en ocasiones era de otra. Podía pasar que a Mozart el nuevo Andante le gustara "más aún" que el original (y en ese caso, ¿qué versión deberíamos escuchar nosotros?) o que, como podría presumirse con el
Cuarteto Op. 130 de Beethoven, al propio autor no le hiciera demasiada gracia retirar la
Gran Fuga del lugar de último movimiento. Por no hablar de las numerosas reformas que Bruckner iba haciendo a sus sinfonías a partir de las críticas –y de su inseguridad–. La primera versión de
Madama Butterfly, de Puccini, fracasó. Y la nueva, entre otras cosas con un aria agregada para el tenor que, además, se convertiría en uno de los hits de la ópera, fue un éxito resonante. ¿Cuál preferiría Puccini? ¿Y si nosotros prefiriéramos la otra? Eventualmente, si es que a uno le interesa el tema (y, volviendo a las sinfonías de Bruckner, elegir la edición no es una cuestión menor), habría que diferenciar entre cambios forzados, o que el compositor no hubiera hecho de no habérselo exigido un empresario, un instrumentista o un editor, y aquellos consentidos o incluso provocados por su propio afán de perfeccionismo. Diferencia que, desde ya, pocas veces puede determinarse con certeza.
Como bien señaló Dahlhaus en sus escritos sobre la idea de la música absoluta, todos los espectadores toman decisiones de índole estética ante el hecho musical, incluidos claro está, aquellos que se niegan a discutir el asunto. Y uno de los lugares comunes más habituales es otorgarles a sus propias categorías estéticas un valor a-histórico y a-geográfico. Saludos, Martín
ResponderEliminarInteresantísimo tema por cierto. Si nos dejamos llevar por el razonamiento de que el compositor lo que realmente quiere hacer no es lo que le encargan, poca música quedaría anterior al s XX.
ResponderEliminarAgrego otra problemática, que atañe al barroco, existen casos de óperas del siglo XVII, notoriamente Monteverdi en los que existen manuscritos contradictorios con autores diversos; como por ejemplo Cavalli que podría ser el autor del "Pur ti miro" de Poppea.
También el hecho que no se anotaban todas las partes orquestales, sino un "esqueleto" de bajo y melodía sin las voces intermedias.
Entonces porqué se opta? Por "rellenar" lo que falta o por dejarlo como está casi minimalista ?