Uno se fundó en 1968 y el otro cinco años después. El primero estaba formado por estrellas: Osvaldo Ruggiero y Víctor Lavallén en bandoneones, Emilio Balcarce y Oscar Herrero en violines, Julián Plaza en piano y Alcides Rossi en contrabajo. Los seis provenían de la orquesta de Osvaldo Pugliese y la mitología del género remarca que la formación del Sexteto Tango respondía a una vieja idea del maestro y que había contado con su bendición. Y cuatro de ellos –Ruggiero, Lavallén, Plaza y Balcarce– eran compositores y arregladores. Los dos últimos, por otra parte, están entre los mejores de toda la historia. El otro grupo, bautizado Sexteto Mayor, no tenía luminarias de ese calibre. Lo integraban José Libertella y Luis Stazo en bandoneones, Reynaldo Nichele y Fernando Suárez Paz en violines, Armando Cupo en piano y Omar Murtagh en contrabajo. En 1974, Mario Abramovich y Mauricio Mise reemplazaron a los dos violinistas originales y un año después Juan Mazzado entró en el lugar de Cupo y Kicho Díaz en el de Murtagh. Ambos sextetos tomaban la conformación instrumental a la que Julio De Caro había recurrido en 1924 y los dos proyectos respondían más a necesidades laborales que artísticas. Seis eran más fáciles de contratar que una orquesta y, sobre todo, podían viajar a Japón con menos problemas. Pero en los dos casos, el sonido, la calidad de los arreglos y –nuevamente– la relación entre escritura e interpretación, hicieron que se tratara de mucho más que eso. El Sexteto Tango grabó frecuentemente con cantantes: tuvo a Jorge Maciel como integrante estable, en sus comienzos, y en 1983 registró junto a Roberto Goyeneche
Encuentro de maestros, reeditado en CD como
Esquinas porteñas (el cambio de nombre es resposabilidad, como toda la fallida colección, al igual que el desaguisado Troilo, del periodista Víctor Pintos). Para algunos, el Sexteto Tango fue menos que la suma de sus partes y el Sexteto Mayor lo contrario lo cual, por supuesto, es discutible. Ninguno de los dos creó un lenguaje nuevo, en todo caso, pero los dos llevaron los viejos arcanos del tango a un altísimo nivel. Y ambos son víctimas, hoy, de la estulticia del los sellos grabadores. Del Sexteto Tango sólo puede conseguirse
Presentación, su notable primer disco, editado en la colección
La resistencia del tango, de Sony-BMG, y el mencionado
Esquinas porteñas, además de una recopilación de lo que grabaron junto a Maciel. El resto son antologías bastante infames, unidas por la falta de información y el descuido en el sonido del pasaje a CD. Del Sexteto Mayor –que aún existe, como las orquestas de Ellington o Benny Goodman, pero más como una marca que otra cosa– sólo hay algunos discos de las últimas décadas, con formaciones diversas, y recopilaciones varias. EMI no ha editado ninguno de sus notables discos de los setenta con el formato original. Ninguno de los dos grandes sextetos que, como el brillo de esas estrellas explotadas en pedazos hace millones de siglos, iluminaron al tango agonizante de hace tres décadas, merecen tamaño olvido.
Bueno, la pregunta para hacerte y así empezar a discutir, es cuál de los dos sextetos te gusta más. Así, sin ningún disco a mano, por lo tanto un poco prejuiciosamente digo que me gusta más el Sexteto Tango. Los tipos radicalizaron los arreglos que le venían haciendo a Pugliese antes de irse. Esta radicalización, por lo menos según me acuerdo ahora (me pondré a escuchar para argumentar mejor el asunto) se da en la exageración de los constrastes en los permanentes cambios de texturas, cambios operados casi como cortes duros, al estilo cinematográfico. Al Sexteto mayor... no me lo consigo acordar, y por eso supongo que me gustan menos. Creo que me comentaste que en tu caso es al reves, por aquello que sugeris en el post de que consiguen ser más que la suma de las partes (atención que dice dos veces Sexteto Mayor, corregilo).Pero buscaré discos y veré qué pasa. Saludos, Martín
ResponderEliminarLa pregunta es sobre gustos y sobre gustos contestaré, sin que eso implique ninguna otra cosa que la manera en que ambos estilos interactúan con mi historia personal. A mí me gustan muy pocos cantantes –y Maciel no es uno de ellos– y muy pocas letras de tango, lo que ya marca una desventaja para el ST, cuyas pistas cantadas suelo saltear. Y todo lo que decís en cuanto a su estilo es preciso, pero para mí se vuelve un poco manierista, afectado, y, en un punto, golpebajero. En rigor, si uno piensa que allí estaba Balcarce, el mismo que había compuesto/orquestado "La bordona" para Troilo o esa "Inspiración" para Pugliese de la que hablaba en una entrada anterior, no puede evitar pensar que en el Sexteto estaba un poco a media máquina. Calculando el éxito fácil. Creo que los arreglos que él y Plaza hicieron para Troilo, Basso o Pugliese son, muchas veces, más jugados que los del ST. De todas mneras, y antes de pasar al SM, es necesario aclarar que, igual que cuando se trata del Quinteto Real, otro grupo "de ocasión", estamos hablando de un nivel extraordinario. El SM tal vez sea más troileano que pugliesiano, en el sentido de apelar a ese "buen gusto", ese equilibrio entre contención y expansión, o entre sofisticación y roña, que convirtió a esa orquesta en vara ecuménica de medida. El SM es menos sobreactuado que el ST y su sonido, el ajuste, cierta sobriedad, a mí me seducen especialmente.
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