Algunos recordarán a la Nuova Compagnia di Canto Popolare y discos como
Cicerenella o
Lo Guarracino. Nápoles no se parece a nada, podría pensarse, y su música tampoco. Carlo Gesualdo, un príncipe y músico -e incidentalmente asesino de su mujer y el amante (de ella)– une, en sus últimas canciones y en los fenomenalmente oscuros
Responsoria de Semana Santa, ese españolismo morboso –hay tanto en los versos de sus madrigales del conceptismo de Francisco de Quevedo– y el refinamiento de los compositores romanos y venecianos. Hay un cuento largo de Marguerite Yourcenar titulado
Ana Soror, que es a la vez reescritura de un relato temprano, "A la manera de El Greco", donde ese tono es captado con precisión. Allí está la delectación con las llagas sangrantes de Cristo y el manierismo y las tinieblas convertidas en estética y credo. Y hasta el noble padre de Ana parece tener los rasgos de Gesualdo.
En el rito eclesiástico hay un texto particularmente propicio para esa sensibilidad napolitana:
Stabat Mater, de Jacopone da Todi. "Estaba la madre, doliente, junto a la cruz, llorosa", comienza ese poema escrito en el siglo XIV que Pergolesi, un músico formado en Nápoles, llevó a una de sus cumbres expresivas antes de cumplir 26 años. Otro napolitano, Alesandro Scarlatti, compuso un
Stabat Mater magnífico e intenso (ambos, el de Pergolesi y el de Alessandro Scarlatti, forman parte de un disco extraordinario de Rinaldo Alessandrini en el que cantan Sara Mingardo y Gemma Bertagnoli). Pero es otro Scarlatti, su hijo Domenico, famoso por sus más de quinientas sonatas para clave, quien compuso la obra más bella, expresiva y extraña sobre ese texto. Su
Stabat Mater, escrito más de cien años después de los
Responsoria de Gesualdo, retoma ese espíritu. Cultiva con detallismo las disonancias. "Es como una boca preparada para un beso, que, no bien llega la otra boca, se desplaza dejándola en el vacío", decía un amigo, el director Benoit Rénard, al escuchar la obra. El Greco, Ana Soror, Gesualdo, puestos en el mundo del barroco tardío, ya al borde de la
Forma Sonata y el iluminismo musical de Gluck y Haydn. Y, nuevamente, Rinaldo Alessandrini y una versión ejemplar.
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