Hay dos criterios usuales cuando se trata de realizar reediciones discográficas integrales. Uno es el de utilizar el menor espacio posible. Un CD tiene mucha más capacidad que un vinilo, lo que permite que todos los discos editados por Miles Davis en Prestige, entre 1951 y 1956, bajo su nombre o en colaboraciones, quepan en 8 CDs. O que los 12 discos propios de Coltrane en ese sello, más los 19 ajenos en los que participa, se agrupen en una caja de 16 CDs. Esta manera de encarar la edición tiene obvias ventajas –menor precio y espacio ocupado– y algunas desventajas: el contenido de un disco original puede llegar a estar encabalgado en 2 CDs y, aun cuando esto no suceda, en el caso de que, por ejemplo, en un CD quepan exactamente dos LPs completos, se pierde la coherencia y la noción de unidad que esos discos pudieran haber tenido. El otro criterio, más corriente en la actualidad, es el de respetar los discos originales y, en el caso de las tomas alternativas o los temas publicados en su momento en discos singles o EPs (lo que en la Argentina se llamaba simples, con un tema de cada lado, y dobles, con dos temas en cada lado) y no incluidos en LP, reservar para ellos un disco nuevo o integrarlos a los existentes, guardando coherencia en cuanto a fechas de grabación y grupos involucrados. La obra de Aníbal Troilo en RCA fue publicada en CD dos veces en apenas diez años. La primera, con una presentación horrible y carencia total de datos, se hizo siguendo el primer criterio. Y la segunda se realizó no siguiendo ninguno de los dos.
Encarada, igual que la de Goyeneche para esa misma compañía y que el box-set de Almendra, por el periodista Víctor Pintos, transgrede absolutamente todas las convenciones en la materia y, de paso, todo aquello que a una persona mínimamente inteligente no podría habérsele pasado desapercibido. Pero hace aún algo peor: engaña.
Su integral ocupa más de diez CDs más que la que el mismo sello ya había editado. La presentación, mucho más bella que la anterior, hay que decirlo, incluye en la portada fotos de Troilo tomadas en la época de cada uno de los discos y, además, en el interior aparecen con claridad elencos y fechas de grabación. Cada CD, por otra parte, dura unos 40'. El conjunto da la impresión de tratarse de discos originales de Troilo. No es así. No es necesario ser un experto en la discografía del bandoneonista para saber que nunca hubo un LP llamado
Fechoría u otro titulado
Verano porteño y, si en cambio, un
Troilo For Export Vol. 1 y otro
Vol. 2, o un
Nocturno de mi barrio, que en esta colección brillan por su ausencia (por lo menos con esos nombres). Si no se agruparon para ocupar menos espacio, ¿por qué no se respetaron los discos originales? Y si se respetaban en su contenido, ¿Por qué cambiarles el título, la portada y el orden de los temas? Es decir, la
Edición Pintos se toma la libertad de corregir los discos de Troilo innecesariamente y sin ganar nada a cambio.
Pero todavía se guarda una última iniquidad (primera, si se piensa en el orden cronológico). El bandoneonista grabó para la RCA Victor entre 1941 y 1949, luego lo hizo en TK y en Odeón y retornó a la compañía en 1962. Durante todo el primer período editó discos de dos caras, en 78 RPM, ya que aún no existía el LP. Entonces, ¿Cuál es el objetivo de que estas grabaciones también se agrupen en CDs de 45 minutos, la mitad o menos de la duración posible? No es el respeto de los discos originales, por supuesto, que por otra parte, como se ha visto, tampoco fue la norma en los casos en que podría haberlo sido. Se trata de una colección que pone en 26 CDs lo que cabría sin problemas en 12 pero sin siquiera conservar los títulos de los LPs. Ni ahorro, ni rigor. Ni filologismo ni practicidad. Nada. Como se sabe, los opuestos acostumbran tocarse. Y en este caso es imposible discernir si se trata del resultado de la viveza (y la avivada) o de la tontería.
Un gusto maestro que nos haya linkeado a su pagina.
ResponderEliminarES verdad, por un momento crei que esos discos con una grafica tan linda eran verdaderos. Lo de la duracion de 40 minutos entonces una farsa. Que raro no? que Pintos haya hecho una cosa asi. Tengo un buen recuerdo de sus investigaciones para el Expreso Imaginario.
ResponderEliminarMuchas gracias por su comentario. En cuanto al link el gusto es mío (en su blog encontré, con placer, las grabaciones de Demare-Irusta-Fugazzot). Y lo de Troilo (que se repite cambiándole todos los títulos y las tapas a los discos de Goyeneche) no es tan raro si se piensa en la larga historia de desatinos editoriales argentinos. La Serie Seminal, de Universal, que cuenta con la firma del célebre Gustavo Santaolalla y que, para peor, dejaron inconclusa, merece, por ejemplo, un capítulo aparte. Por no hablar de lo que hacen –y lo que no hacen– con el sonido en las ediciones supuestamente cuidadosas de Euro Records.
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